Finlay por siempre

Foto: Archivo OHCC
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Con su descubrimiento hubo un antes y un después en la salud del mundo. Carlos J. Finlay puso el listón muy alto justo en el siglo XIX, pero lo más interesante fue la forma en que realizó el descubrimiento el 14 de agosto de 1881.

Se cuenta que un día, mientras estudiaba la relación entre la fiebre amarilla y el clima, le empezó a molestar el zumbido de un mosquito en su laboratorio. La especie que volaba a su alrededor parecía ser originaria de la región africana, donde también había una epidemia.

Así, Carlos J. Finlay llegó a la conclusión de que, quizás, la fiebre amarilla se transmitía a través de agentes intermediarios como los insectos.

Finlay presentó un informe detallado acerca de los mosquitos Aedes aegypti, también conocidos como “mosquitos de la fiebre amarilla”, una especie que era fácil de distinguir por las manchas blancas en sus patas.

Supo entonces que el agente transmisor de la epidemia, al picar a un enfermo y luego a una persona sana le transmitía la fiebre amarilla. Gracias a Finlay, en 4 años se terminó con un mal que asoló la Isla por más de 500 años.

Aunque los postulados y las teorías de Carlos J. Finlay eran muy precisos, la comunidad científica ignoró durante varios años sus dos principales estudios: “El mosquito hipotéticamente considerado como agente de transmisión de la fiebre amarilla” y “Fiebre amarilla experimental”.

¿Se han preguntado entonces cuál fue el mayor logro de Carlos J. Finlay?

En la actualidad, los estudiosos aseguran que no fue encontrar al responsable de la fiebre amarilla, como muchos creen, sino descubrir la forma de detenerlo.

A pesar de incomprensiones y cuestionamientos, a 142 años del impresionante descubrimiento, Cuba -y en especial los camagüeyanos- nos sentimos orgullosos de un hombre que tuvo la agudeza de escribir en las páginas de la Historia una impronta única.

Licenciada en Periodismo por la Universidad de Camagüey (2014). Editora de textos. Profesora universitaria. Cubana 100%. Me encanta mi profesión, la música, la naturaleza. Adoro el amor de la familia y de los amigos sinceros. Confío en el mejoramiento humano. Defiendo los animales e irradio amor cuando escucho al dúo Buena Fe o cuando mi hija me dice que me ama.
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