Al encontrarnos ante una fotografía en blanco y negro la tendencia nos lleva a pensar en que es antigua. Sin embargo, hoy recibí una definición muy perspicaz de un profesional del lente, al visitar la exposición Patrimonio en Píxeles, una mirada a la obra de cinco fotógrafos camagüeyanos, que convidana redescubrir detalles y valores en edificaciones y espacios, que se mantienen o van cambiando sus dinámicas en el tiempo.
Con esa intención, me detuve ante una imagen del repertorio funerario, que lleva un misterio más allá del que puede tejer el camposanto, pues su belleza más genuina radica en la altura de la lápida y en el interés que despierta el no saber quién fue la titular, ni el lugar exacto donde encontrarla: hay que mirar para arriba con una perspectiva por encima de nuestras cabezas, para encontrar todo lo que atesora nuestra arquitectura en La ciudad de los muertos.
Eso me comentó el autor de la instantánea titulada Belleza subrepticia, el fotógrafo José Antonio Cortiña Friman, quien es uno de los participantes en la exposición que desde el 7 de julio ocupa el espacio galerístico de la casa de la Prensa Camagüeyana, como parte de la hermosa alianza de la Unión de Periodistas con la Oficina del Historiador. Según el artista, con esa fotografía nos devela detalles ocultos de la otra ciudad, que pueden ser tan encantadores como el resto del centro histórico.
Ante tan interesante visita, de la mano de uno de sus protagonistas, me senté en el sofá y echamos a andar la teoría, que va más allá de la fotografía como tesoro de familia, para reconocerla como una herramienta de alta valía, al conectarnos con ese pasado que dejó huellas imborrables.
El fotógrafo
Para José Antonio Cortiña Friman, su amor por la fotografía inició con su carrera como instructor de arte, en la especialidad de Artes Plásticas, hace 20 años. En cada una de sus instantáneas está un detalle dedicado a la ciudad, temática que tanto le apasiona.
Siempre le gustaron las fotos, comentó, pero al no tener una cámara profesional lo hacía como aficionado, luego como modo de subsistencia, y desde hace más de 5 años llegó a la Oficina del Historiador para desempeñarse como fotógrafo de la institución.
Oportunidad que aprecia mucho, ya que le ha propiciado cubrir temáticas diferentes, aunque su sello es más palpable en la arquitectura y en detalles que no son visibles al ojo de cualquier transeúnte, pues necesitan una pupila aguzada o entrenada para descubrir esos pormenores.
De allí que, su muestra en esta exposición, sean tres obras de las construcciones funerarias, imágenes que guardan alto valor sentimental por ser la última morada de nuestros seres queridos, pero también, porque cuenta la historia de la ciudad y su gente.
Los cambios en diseños de tumbas y nichos van aparejados a la evolución arquitectónica de la otrora Villa y nos habla de riqueza o pobreza, el abolengo o la humildad de un apellido, al mirar la elegancia o discreción de un sepulcro.
Para mostrarnos esos contrastes Friman disfruta del blanco y negro en la impresión de la imagen, ante mi interrogante, me confiesa que lo prefiere, porque “si utiliza colores roba protagonismo a esos pequeños detalles”, como las flores que rodean el identificador funerario de La Piadosa de Varona y Cisneros, que no sabemos quién fueen el lejano 1859, año en que partió.
El valor más aceptado de una foto es el documental, es una herramienta poderosa por esa capacidad de capturar momentos fugaces, contar historias y evocar emociones y recuerdos. Nos enseña a tener perspectivas diferentes, a despertar la curiosidad por ver las cosas desde ángulos diversos, de otro punto de vista. Es una forma de comunicación, recordamos y aprendemos desde una instantánea. Todo eso conversamos.
Valor sentimental
Ahora vamos al tema sentimental, la parte más ligada a las familias, pues desde una fotografía podemos construir nuevas realidades.Tiene valor sentimental,porque al mirar en el tiempo nos recuerda quienes fuimos, somos y seremos; nos conecta con ese pasado que dejó huellas imborrables, nos mantiene unidos a recuerdos y a familiares o amigos que ya no están en nuestras vidas, es una forma de inmortalizar.
Al repasar una fotografía hace que esos momentos únicos duren para siempre, recrea escenas y lugares dignos de perpetuar en el recuerdo. Puede una imagen hablar de momentos de crecimiento y desarrollo personal, que valen la pena guardar y que construyen una biografía, una época, un sitio en el tiempo.
Por eso, para una institución como la Oficina del Historiador, la labor del fotógrafo es esencial para el archivo histórico y para complementar los textos de investigadores, comunicadores y periodistas. Pero si esa búsqueda de imagen va de la mano de Friman, la satisfacción es doble, pues podemos testificar cuanta seriedad y empeño pone en cada una de sus instantáneas, y lo que hace para restaurar y recuperar fotos de valor histórico que han perdido nitidez.
Al ver la fotografía a través del tiempo se trata de memorias, de un regalo especial que te hacen sentir único en algún momento, por eso, en este recorrido por la muestra Patrimonio en Píxeles, de la mano de uno de sus fotógrafos, pude disfrutar de su explicación, de un recorrido por el cementerio y sus obras de arte; pero además, tuve el atrevimiento de fotografiar al protagonista…“cazador, cazado”.
Por eso, en el Día Mundial de la Fotografía, no puedo dejar de publicar la mía, la que hice con todo cariño a nuestro compañero de mil batallas, junto a su cuadro, que nos cuenta sobre la memoria histórica de mi Camagüey y es, además, una clase magistral sobre luces y sombras.


