Camagüey es una ciudad que destaca por su amplio espectro cultural, sus mitos, leyendas y tinajones. Esta urbe también se distingue por la gran cantidad de mujeres que lo entregaron todo, incluso sus tesoros más preciados a la lucha por la independencia de Cuba, aunque en ocasiones no se les de su debido lugar en la historia.

Cómo olvidar a Concha Agramonte, quien participó en las dos guerras y perdió a cinco hijos en la lucha, o Amalia, que tuvo que salir al exilio por sus ideales y al regresar Cuba para ser testigo de cómo la plaza de Armas del Camagüey se convertía en el principal lugar de culto histórico a su amado.

Qué decir de la Avellaneda. Ella sufrió la pérdida de su hija cuando solo tenía unos meses de nacida, fue discriminada por sus ideas siendo mujer y aun así su osadía, su talento e inteligencia la convirtieron en un ícono de la literatura camagüeyana.

Son tantas las madres de esta ciudad que lo dieron lo todo en las distintas luchas por la liberación de la patria que no pudiera mencionarlas a todas.

Durante muchos años ellas han forjado con arduo sacrificio la sociedad cubana, han estado en todos los frentes y han aportado su inteligencia y arraigo en disímiles profesiones.

En situaciones normales este día que internacionalmente se les dedica a ellas es un motivo de celebraciones, de reuniones familiares, de besos, de abrazos, de unión.

Ahora muchas solo podrán recibir sus felicitaciones a través de un teléfono. Ahora no pocas son las que están en otras latitudes salvando vidas, y la postal que reciban tendrá que ser digital.

Por eso, es muy merecido el reconocimiento a nuestras matronas del pasado que cuidan esta ciudad desde los ojos de la historia, pero también, a las madres de hoy, sobre todo a las que no están en su hogar para salvar nuestras vidas, y a esas heroínas anónimas que cada día nos protegen y educan.