Es cierto que el trabajo ennoblece el espíritu y nos hace crecer como seres humanos; pero para todo en la vida existe el tiempo preciso.
Gracias al trabajo y el ingenio humano, los egipcios nos legaron obras colosales de ingeniería en tiempos donde construir una pirámide implicaba vidas y sacrificio.
Y entonces…
También ha sido el trabajo, protagonista de formaciones económicas sociales más avanzadas ¿Pero es acaso justo que los pequeños que necesitan soñar sean obligados a trabajar, en diferentes partes del hemisferio? ¿Dónde queda la civilización y el avance social que tanto se promulga? ¿De qué nos sirve legar un patrimonio material impresionante en cuanto a capacidad humana, si los valores aún no se transmiten con la carga de humanismo que necesitan?
Somos patrimonio…
Somos animales racionales capaces de transmitir mediante la oralidad y de generación en generación, códigos que portan un patrimonio inmaterial inigualable. Resultado del trabajo y la experiencia que durante siglos nos perfilan como homo sapiens; pero lo que aún no se encuentra dentro de los límites de lo lógico es el abuso que todavía se comete en varias partes del planeta, donde se explota a los pequeños trabajando en las calles y realizando encargos que no son propicios para su edad.
Como las flores los niños deben perfumar el mundo con su inocencia; para luego dar los frutos más dulces y pintorescos. Hoy que se celebra el día mundial contra el trabajo infantil unamos acciones y corazón para eliminar estas deplorables acciones; que más allá de política o vanagloria, en Cuba no se sufren; porque a cada niño se le respeta y educa para ser hombres de bien, cantera de un mundo mejor que siempre es posible, si trabajamos en pos de él.


