Mujeres patriotas de Cuba: Ana Valentina de Quesada

Foto: Cortesía del autor
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Heredera de la historia de luchas

No fueron pocas las féminas de la ciudad de Puerto Príncipe que parecían seguir la tradición patriótica y de rebeldía de los principeños adentrados en el proceso de ruptura política con el régimen absolutista colonial en el siglo XIX.

Por esa causa, las hermanas y esposas de quienes se lanzaron desde el Camagüey a emprender las luchas de Bolívar en la Gran Colombia los apoyaron materialmente y les dieron aliento y esperanzas de triunfo por tal de ver a Cuba libre de España.

No fue diferente en las mujeres que supieron y secundaron en silencio el intento liberador armado de Joaquín de Agüero, en 1851. Mucho antes de la cita de los patriotas en el Paso de Las Clavellinas, sobre el Camino Viejo a Nuevitas, las hermanas y esposas de quienes iban a lanzarse a la manigua los ayudaron a alistar sus vestimentas, medicinas y otros objetos personales que no podían faltarles.

La hermana de los Quesada, Ana Valentina de Quesada y Loynaz, no podía ser menos mujer y patriota que sus antecesoras. Nacida en Camagüey el 14 de febrero de 1842, en aquel noviembre de 1868 acompañó a sus hermanas y a su madre María del Carmen Loynaz y Miranda a la casa de sus familiares en Guáimaro Libre.

En los días de la Constituyente dio inicio a su romance con el líder bayamés Carlos Manuel de Céspedes. Al año siguiente, el noviazgo quedó roto por el casamiento de la pareja en la Prefectura de San Diego del Chorrillo, en lo intrincado de Najasa. Allí, el Prefecto Facundo Agüero Rioseco los esposó para la eternidad.

Y en Cuba Libre tuvieron su primer hijo. Entre el monte, Ana atravesó riesgos de captura a manos españolas, surcó sacrificios, y resistió como hizo la mayoría del mambisado; siempre fiel a las ideas de su esposo.

Ana y su servicio digno por Cuba

El constante asedio de las fuerzas militares españolas a los campamentos insurrectos obligó a los esposos Céspedes y Ana a trasladarse incesantemente de un lugar a otro en la geografía camagüeyana. No obstante, a pesar de las medidas adoptadas por los escoltas del Presidente Céspedes, la madre de Ana y sus hermanas fueron capturadas y trasladadas a la ciudad de Puerto Príncipe.

La esposa del Presidente corrió parecida suerte en el intento de escape por el estero de La Guanaja, siendo alcanzada en el ingenio Santa Rosa, en Cubitas, por una tropa que le condujo en compañía del poeta patriota Juan Clemente Zenea[1] a la Cárcel Nacional de Puerto Príncipe; y de esta a la de La Habana, el 30 de diciembre de 1870.

Sin perder contactos con sus hermanos, los mayores generales Manuel y Rafael de Quesada, Ana Valentina arribó a la emigración patriótica en Nueva York en enero de 1871, y desde allí gestionó armas y dinero para sus compatriotas en la Isla.

Vale saberse entre nuestros jóvenes que sus alhajas, vestidos y otras prendas personales fueron vendidos para asegurar el triunfo de la Revolución en Cuba. En los mítines patrióticos se le vio en primera fila. De Céspedes sus hijos Oscar, Carlos Manuel y Gloria de los Dolores los sostuvo a costa de privaciones y sacrificios.

Por cierto, en Cuba, el 21 de febrero de 1871, Céspedes conoció por Julio Sanguily los detalles de su salida desde La Habana hacia los Estados Unidos; empero antes, en su carta del 23 de diciembre del año anterior, Céspedes le hizo saber que la Cámara de Gobierno intentaría deponerlo del cargo presidencial, aunque le reafirmaría su posición política de firmeza al respecto.

Precisamente en el campamento El Bejuco, el 18 de octubre de 1871, Céspedes le ratificó su decisión cardinal: «Yo no puedo ir a los Estados Unidos, mi puesto es en Cuba. Aquí debo morir si es preciso, pero no te aflijas […]»[2].

Para más, con hombres de entera confianza: Ramón Boza, Francisco Argilagos, Lope Recio Borrero, entre otros camagüeyanos, Ana de Quesada tuvo noticias del escenario de la guerra, sobre armas y pertrechos, de triunfos en los combates, de intrigas y rencillas entre los conductores de la lucha, entre otros asuntos de importancia político-militar; y de su decisión inquebrantable de llevar a Cuba al triunfo de la independencia. Las cartas suyas a Ana de Quesada corroboran su absoluta confianza hacia la hermana del General en Jefe Manuel de Quesada.

Tras el cese de la Guerra de Independencia, la camagüeyana regresó a la capital cubana, ganando el aprecio y el respeto del cuerpo de veteranos del ´68 y del ´95. Su ingreso en la Junta Patriótica Cubana presidida por Salvador Cisneros dice mucho de su interés por seguir sirviendo a Cuba y defendiendo su derrotero político.

Quizás lacerada su alma patriótica después de darlo todo por Cuba amada -y saber de la oportunista intervención yanqui en la Mayor de las Antillas, estimado por ella el coraje de Salvador Cisneros y verlo enfrentado a los Estados Unidos para impedir la claudicación ante la Enmienda Platt, asqueada de la traidora y sumisa postura ante ese gobierno del Norte y su doblez moral del primer presidente de la República neocolonial- Ana de Quesada decidió viajar a Francia, donde le aguardó la muerte el 22 de diciembre de 1910.

¡Cuánto hubiera preferido morir en Cuba Libre, lo más cerca posible del mártir de San Lorenzo!

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[1] El poeta Juan Clemente Zenea, envuelto en una trama de presunto espionaje y traición a la causa cubana -según su propia declaración escrita- fue capturado por la fuerza del Batallón Cazadores de Aragón, al mando del teniente coronel José Bergel y Soto el 1ro de enero de 1871. Posteriormente, tras el juicio sumario, fue fusilado por los voluntarios españoles en los fosos de la fortaleza San Carlos de la Cabaña, el 25 de agosto de 1871.

[2] Instituto de Historia de Cuba: Cartas de Carlos Manuel de Céspedes a su esposa Ana de Quesada. Academia de Ciencias de la República de Cuba. La Habana, 1964, p. 60.

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