La firmeza femenina bajo la piel de Ana Betancourt

Foto: Archivo OHCC
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En la Cuba de la etapa colonial la situación de la mujer, doblemente oprimida por el hombre y el régimen social imperante, fue generando una capacidad de impugnación más o menos abierta hacia el orden establecido y sus instituciones. El mundo femenino converge entonces en fenómenos tan determinantes como la emancipación de toda la sociedad, destacando la lucha por los derechos de la mujer, y el proceso de sentar las bases de la nacionalidad cubana. Un camino trazado por la labor de grandes mujeres dentro de las que destaca el nombre de Ana Betancourt.

El 14 de enero de 1833 nace Ana Betancourt en la tierra agramontina, en el centro de una estrecha comunidad de familias criollas, ricas, cultas y muy influidas por el pensamiento revolucionario europeo de mitad del siglo XIX. Ana es la sexta hija de Diego Betancourt y Ángela Agramonte y Aróstegui, matrimonio ilustre de la ciudad, lo que permitiría que su educación estuviera de acuerdo con la de una jovencita de su nivel. Con enseñanzas que iban desde la cocina hasta bordar, cantar y tocar el piano, forjaron su espíritu refinado que resaltaba su belleza.

Su desarrollo social

Lejos de hacer gala de todos sus argumentos físicos y de su nivel social, tantas veces descritos en detalle en las fuentes bibliográfica, su accionar como mujer necesaria para su época es su gran mérito histórico. Su matrimonio, acaecido el 17 de agosto de 1854, a sus 21 años, con el joven Ignacio Mora lejos de frenar sus inquietudes, se convirtió en un apoyo decisivo. Apartados de las formalidades de su época su esposo la alentó a ampliar su cultura, por lo que comienza a tomar parte en las constante tertulias organizadas en su casa y mientras de forma autodidacta aprendió inglés y francés.

En las luchas independentistas

Ana Betancourt como una adelantada para su tiempo no perdió oportunidad para relacionarse con la causa independentistas. Su casa era un hervidero revolucionario donde se depositaban armas y pertrechos que luego se enviaban a la manigua, y se hospedaban los emisarios que se dirigían a Camagüey desde Bayamo, Las Tunas y Manzanillo. Las proclamas que se distribuían al pueblo y las tropas salían de sus manos, hasta el momento que tuvo que marchar con su esposo a la manigua para huir de la persecución española.

Su participación o no en la icónica Asamblea de Guáimaro, efectuada del 10 al 12 de abril de 1869, constituye una de las grandes contradicciones de la historia de Cuba. Junto a su esposo en Rosalía de Chorrillo el 9 de julio de 1871 fueron sorprendidos por las insistentes guerrillas españolas.

Luego de una estratagema para salvar la vida de su esposo cayó prisionera, su padecimiento de artritis en la pierna le impidió huir. Fue entonces que comenzaron tres meses de tortura, a la intemperie, bajo una ceiba en la sabana de Jobabo, con momentos de tensión como simulacros de fusilamiento. Su función era de cebo para atraer al coronel Mora, algo que no funcionó. Su tragedia duró hasta el 9 de octubre de 1871 cuando logró huir de sus captores y dirigirse a La Habana, plataforma perfecta para salir hasta México y poco después radicarse en Nueva York.

Fuera de Cuba

Desde exterior su apoyo a la causa revolucionaria cubana no se frenó. En 1872 visitó al presidente de Estados Unidos, Ulises Grant, para que intercediera ante España en favor del indulto de los estudiantes de medicina presos por los sucesos de noviembre de 1871. En este mismo año se traslada a Kingston, Jamaica. Fue en este lugar cuando en noviembre de 1875, con un mes de atraso, conoce sobre el fusilamiento de su esposo.

Luego del pacto del Zanjón consigue regresar a Cuba, transformada por las grandes huellas que le dejaría la muerte de su esposo. Lo que no cambiaría era sus ideas de conspirar y alentar la Revolución, lo que hablaba de su constancia y su decisión ante tal vital tarea. A sus 68 años de edad moriría en Madrid, el 7 de febrero de 1901. Recibe modesta sepultura en España hasta que el 26 de septiembre de 1968 Cuba repatrió sus restos. Fue entonces cuando en abril de 1982 se le realizara un digno mausoleo en Guáimaro donde reposaría los restos de quien fuera un ejemplo de feminista en Cuba.

Bibliografía

González, Julio C: Historia de la mujer en Cuba: del feminismo liberal a la acción política femenina; en: Diez nuevas miradas de la Historia de Cuba. Publicaciones de la Universitat, JaumeI, D . L. España.1998.a

Sarabia, Nidia: Ana Betancourt. Editorial Ciencias Sociales. La Habana. 1970.

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