Un recorrido por las calles de la eternidad II – Francisco Sánchez Betancourt

Foto: Jesmir Varona Socías
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El cementerio general de Camagüey es el más antiguo en funcionamiento del país. Los 205 años que ostenta de fundado, bien ameritan esfuerzos en pos de su preservación. Diversos estilos arquitectónicos de alto valor patrimonial nos recuerdan los que confluyen en la ciudad, solo que estas moradas tienen otro fin: el de la eternidad.

Por tales razones, la Oficina del Historiador convocó a la Dirección Provincial de Servicios Comunales, a artistas del Fondo Cubano de Bienes Culturales y a un equipo multidisciplinario de la propia institución; para realizar una intervención en puntos de interés histórico de la necrópolis, espacios estos que ya recuperan sus detalles y enaltecen su imagen.

Los sitios de intervención son el primer y segundo tramo, algunas bóvedas en las calles tercera y cuarta y el Panteón de los Combatientes caídos en misiones internacionalistas en África.

Mientras se trabaja en los pormenores de cada sepulcro, quiero acercarlos a las historias de cada personalidad que hallaremos, en un recorrido por los caminos de la eternidad.

Hoy nos dirigimos a la tumba cifrada con el número 8 en la calle principal, allí descansa Francisco Sánchez Betancourt, patriota cuyo nombre honra a la Escuela de Oficios de La Oficina del Historiador.

 Quién fue Francisco Sánchez Betancourt

Nació el 31 de enero de 1827 en Camagüey, hijo de una de las familias más ilustres de la ciudad. Contrajo matrimonio el 12 de junio de 1852 con Concepción Agramonte Boza, (Concha Agramonte) con la que tuvo sus diez hijos: cuatro hembras y seis varones.

Su enlace con esa mujer de pensamiento firme, quien fue una de las principeñas que se cortara el cabello para protestar contra el fusilamiento de Joaquín de Agüero, se fortaleció por el sentimiento de amor a la libertad de Cuba que ambos profesaran.

Francisco estuvo en todos los trajines conspirativos, que culminaron en la creación de la logia Tínima y el Alzamiento de Las Clavellinas.

Aunque su salud se encontraba seriamente quebrantada por la tuberculosis, Sánchez se incorporó a las filas insurrectas desde los primeros momentos junto a sus hijos Benjamín y Juan de la Cruz. Concha lo siguió junto a sus otros hijos para residir durante algunos meses en Guáimaro, que se encontraba entonces en el poder de los insurrectos.

Otras participaciones importantes

El 26 de febrero de 1869, el municipio camagüeyano de Sibanicú, fue sede de la celebración de las elecciones que dejarían integrada la Asamblea de Representantes del Centro, compuesta por los patriotas Salvador Cisneros Betancourt, Ignacio Agramonte, Eduardo Agramonte Piña, Antonio Zambrana Vázquez y Francisco Sánchez Betancourt; quienes tuvieron el honor de redactar y firmar un decreto a favor de la abolición de la esclavitud en Cuba.

Importante fue también su participación en la Asamblea de Representantes del Centro y posteriormente en la de Guáimaro, donde fue electo representante a la Cámara; escaño en el que se mantuvo hasta el fin de la guerra, resistiendo todos los avatares de la vida, siempre perseguido por tropas colonialistas.

La separación familiar

Fue separado de Concha desde el año 1871, cuando el refugio de ella en los montes de Najasa, fue asaltado por una fuerza española que la hizo prisionera junto al resto de la familia. No volvieron a reunirse hasta que, finalizada la guerra, viajó a los Estados Unidos, país al que ella se vio forzada a emigrar y donde tuvo que trabajar como costurera para mantener y educar a sus hijos.

De regreso a su ciudad natal, el matrimonio Sánchez-Agramonte brindó decidido apoyo a los planes de José Martí, que preparaba la gesta del 95. Desgraciadamente Francisco no pudo ver el reinicio de las gestas independentistas, pues murió a los 67 años de la enfermedad que atormentara su salud durante mucho tiempo: la tuberculosis. Su deceso ocurrió el 30 de agosto de 1894.

Al iniciarse los combates en la provincia, cinco de los hijos de Concha marcharon al campo de batalla. Por su avanzada edad, ella quedó en la ciudad como enlace entre los jóvenes que llegaban de otros lugares para incorporarse a la insurrección.

En la actualidad los hermanos Sánchez-Agramonte son considerados héroes de la independencia de Cuba. Sus padres Francisco y Concha Agramonte, sembraron en ellos el amor a la patria y a la libertad.

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