El seis de mayo de 1856 se terminó de construir la antigua cárcel de Camagüey, inmueble hoy ubicado en Francisquito número 301.
Este lugar desde septiembre del pasado año es objetivo de un proyecto de excavación arqueológica que desarrolla el Grupo de Arqueología, perteneciente a la Dirección de Investigaciones de Oficina del Historiador de la ciudad de Camagüey; de conjunto con estudiantes de la Escuela de Oficios Francisco Sánchez Betancourt.
El estudio resulta de gran importancia para entender el sistema penitenciario cubano de mediados de siglo XIX, además de identificar procesos de trasformación de la edificación y su relación con el contexto arqueológico.
Según Karen María Hernández Rodríguez, especialista de la Dirección de Investigaciones, en un primer momento buscaban restos materiales que tuvieran que ver con la antigua función del inmueble, además de dilucidar la evolución histórica del mismo.
“En la primera sección encontramos un piso de la primera mitad o mediados del siglo XX, cuando en un momento determinado se trasformó el espacio y el patio se convirtió en un parque dentro de la prisión.
En la segunda sección excavamos en un antiguo pozo en el que encontramos material del siglo pasado y ahora lo que parece ser otro pozo, pero que no aparece en ninguno de los planos por lo que investigaremos con mayor profundidad para saber cuándo se abrió.”
La antigua cárcel se construyó en el año 1853 y por disposición del Capitán General de la Isla ahí eran trasladados reclusos de la región central del país. El terreno en el que está ubicada fue cedido por accionistas de la Compañía del Ferrocarril, para la construcción del penal.
En este lugar cumplieron castigos figuras importantes de las luchas por la independencia como Oscar de Céspedes, hijo del Padre de Patria Carlos Manuel de Céspedes, también estuvo la luchadora Concha Agramonte y muchos revolucionarios que participaron en acciones clandestinas de la ciudad; durante el último período de lucha armada.
De allí salió el Carro Celular antes de que fuera asaltado de manera temeraria por un grupo de jóvenes del Movimiento 26 de Julio, dirigidos por Noel Fernández, con el objetivo de liberar a dos compañeros de lucha. El vehículo, hoy emplazado en el lugar que evoca el hecho, durante muchos años se exhibió en el patio de este inmueble.
El lugar fungió como centro penitenciario hasta 1974, cuando el inmueble fue entregado al Ministerio de construcciones para emplazar oficinas.