Una huella perdurable. Carlos J. Finlay

Foto: Archivo OHCC
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Carlos J Finlay es reconocido actualmente entre los científicos más destacados del siglo XIX, sin embargo, enfrentó disímiles obstáculos para que su teoría alcanzara credibilidad a pesar de mostrar contundentes resultados de sus incesantes observaciones.

Su grandeza no consiste solamente en haber descubierto con genialidad el agente transmisor de la fiebre amarilla y haber emitido su revolucionaria concepción científica del contagio, sino en el conjunto de aportes al ordenamiento de las ciencias médicas que estaban en tránsito hacia un nuevo siglo mediante la elaboración de todo un cuerpo teórico práctico relativo a dicha enfermedad. Todo un paquete de conocimientos, técnicas y aplicaciones relativas a la epidemiología, patogenia, clínica, diagnóstico, tratamiento y prevención.

Mas que una figura, un ser humano

Descrito como el perfecto ejemplo del médico querido, que unía en su persona una aguda mentalidad, una incansable persistencia, la mayor genialidad y conducta encantadora. De una sencillez y honestidad científica apreciable.  Con gran afecto y devoción por los pobres.

El arma que hubo de esgrimir fue tan poderosa como cualquier otra que se pudiera empuñar para salvar la vida de millares de seres humanos, para elevar el prestigio de su país y que ha servido de inspiración a los higienistas cubanos en su actual batalla.

Carlos J. Finlay muere a la edad de 82 años en La Habana, el 20 de agosto de 1915, a causa de un síncope cardíaco en una vieja casona del corazón de La Habana Vieja, donde se estableció a partir de 1868 la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana. Desde 1960 es el Museo Nacional de Historia de las Ciencias “Carlos J Finlay”. Sus restos permanecen en la necrópolis de Colón, en La Habana.

Al conmemorar el aniversario 106 de su deceso, los camagüeyanos y en especial, su casa natal, trabajan por materializar el legado de Finlay.

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