La playa estaba hermosa, soleada y con el azul intenso que el balneario de la Boca, en Santa Lucía suele tener. Fuimos en familia a llenarnos de aire puro, en mi último día de descanso y mientras leía mi novela de turno bajo un cocotero, a mi olfato de periodista le llegó un aroma de bondad.
En silencio observaba el ir y venir de un grupo femenino de varias edades, a la mayor todas le llamaban Mama y estaban al auxilio de su lento andar por la arena, las otras muy alegres se acercaban a los niños que encontraban a la orilla y con permiso de sus familiares, les obsequiaban útiles escolares y confituras a la vez que con una sonrisa, casi tan feliz como la de los propios infantes les deseaban happy Cuban day (feliz día cubano). Al escuchar que hablaban en Inglés y el mío es muy precario, le pido a mi intérprete personal (mi esposo Yohan) que les preguntara el por qué de esa acción y siempre esperé una bella historia de fondo.
¿Quiénes son, qué hacen?
Después de los saludos cordiales y las presentaciones, Yohan les explica que soy la Cronista de la Ciudad y me llamaba la atención su bonito gesto, por lo que me gustaría conversar, acepta muy dispuesta al dialogo, su líder, Adrienne Garth, quien me cuenta que son canadienses, desde hace 10 años viene a Cuba con sus amigas cada abril, que ya suman más de una decena en el grupo, son de diversas especialidades pero hacen en su país trabajo social con niños y jóvenes.
Pueden ir a cualquier playa del mundo, pero siempre regresan a Santa Lucía, porque les gusta la gente de aquí, ven como somos y quieren colaborar con su modesto aporte a los niños, dice que cuando ellos sonríen es una satisfacción incalculable.Vienen con sus maletas llenas de cosas útiles para contribuir a cualquier necesitado, por eso quieren saber si tengo a algún niño conocido que esté enfermo, le comento que sí, que el niño de una colega está hospitalizado y me pide llevarle sopas empaquetadas, chocolates y jugos.
Le agradezco en nombre de mi compañera y le pido su venia para contar esta experiencia, la agradecida es ella y en una instantánea me quedo con su nobleza.
La Mama
Me llama la atención esta señora nonagenaria, apoyada en un andador y tan alegre y feliz de su viaje. Adrienne me confirma que es su mamá, que trabajaba en un banco y tiene una buena jubilación, quería venir a Cuba a conocer a su gente y también sumarse a la iniciativa de regalar a los niños lo que pueda traer.
La mama se va al agua y regresa para una tumbona, alguna de las chicas más jóvenes le cuenta de mi curiosidad y en claro español me dice… Gracias por contar sobre nosotras. Ya me despido del grupo que se cambian de sombra, ahora en busca de otros niños por la orilla de la mar, para regalarles de su alegría, en un abrazo y mi oxidado Inglés, intercambiamos direcciones electrónicas y el gusto de conocerlas.
Me agradó mucho ir en busca de su historia y sobre todo saber que Cuba es importante para muchos países amigos y que aun en el planeta, existen personas de buen corazón como estas mujeres, que bajo el sol y sobre la arena, realizan su obra solidaria.
Foto: Jesmir Varona Socías