El 22 de diciembre de 1910 fallece una de las grades mujeres que enaltecen la historia de nuestro país, Ana de Quesada y de Loynaz. Nacida dentro de una de las castas más importantes de Puerto Príncipes el 14 de febrero de 1843, con una gran herencia en la ganadería y emparentadas con las principales familias de la provincia, entre ellas, las de Varona, Bringas, Castillo y Guerra.
Su padre era Pedro Manuel de Quesada, descendiente de Silvestre de Balboa y Quesada, autor del poema “Espejo de paciencia”, y su madre Carmen Loynaz Miranda. Contaba con cinco hermanos, uno de ellos era el General Manuel de Quesada.
Luego de la Asamblea de Guáimaro, el General Manuel de Quesada invitó a Carlos Manuel de Céspedes a una comida en su casa. Allí, el Presidente de la República en Armas se enamoró de la joven Ana de Quesada. Para entonces, Ana tenía 26 años y Céspedes 50. Desde ese momento Céspedes ejerció sobre ella ese influjo personal que lo caracterizó. Se casarían el 4 de noviembre de 1869, a solo meses de que se conocieran, en San Diego del Chorrillo, Najasa, en los campos de Cuba Libre. Desde entonces son una sola fuerza. Ambos habían tomado parte en el incendio de Bayamo y tenían muy claras sus ideas libertarias.
En julio de 1870 tienen el primer descendiente, al que nombraron Oscar en memoria del fusilado por los españoles. En el mes de septiembre Anita es hecha prisionera junto con su familia y luego de liberarla se juntan nuevamente con Céspedes: ¨Y ya reunida con mi esposo, vi extinguirse la vida de mi niño, que murió por las inclemencias del tiempo y las fatigas de esos días en que, perseguidos sin cesar, marchábamos de un lado para otro, sin recursos de ninguna clase con que atender a su curación y salvarlo¨.
Céspedes decidió mandar a su mujer al exilio, y tras partir a coger una embarcación acompañada del poeta mártir Juan Clemente Zenea, fueron hechos prisioneros. Poco después ella pudo marchar a Estados Unidos. Allá nacieron los gemelos Carlos Manuel de Céspedes y Quesada y Gloria de los Dolores de Céspedes y Quesada.
En octubre de 1873 después de dificultades surgidas en la Cámara de la República en Armas decide destituir a Céspedes como Presidente. Este pidió que se le facilitara un pasaporte para reunido con su esposa e hijos, poder desde el extranjero seguir sirviendo a la revolución. La Cámara no accedió a esta petición y Céspedes se retiró a la hacienda San Lorenzo, donde como es sabido encontró la muerte, en doloroso episodio.
Después de tan azarosos momentos, la exiliada Ana se dio por entero a un solo pensamiento: preparar a su hijo Carlos para servir a la Patria, cuando comenzara de nuevo la guerra. Carlos Manuel de Céspedes y Quesada viene a Cuba en una gran expedición, a la patria que materialmente no conoce, pero que siente muy suya por todo lo que de ella su madre le ha contado. Ana también forma parte de esta expedición, para acompañar a su hijo y volver a integrarse a las luchas revolucionarias. Lograda la independencia de España, Ana de Quesada y Loynaz fallece en París, en la fecha ya citada.
Así encuentra la muerte una mujer estrechamente ligada a las luchas independentistas de nuestro país. Quien acompañara los preparativos para la epopeya de Yara, para la consumación de la empresa heroica del 10 de octubre de 1868, gozó además de la victoria de la toma de Bayamo y alentó el incendio del mismo.