Feliz coincidencia

Foto: Tomada de http://www.cervantesvirtual.com y cortesía de la autora
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Desde muy joven admiré a Nicolás Guillén Batista, leí las obras conque los planes de estudios contaban y muchas otras, las disfruté, bailé algunas de ellas, sí, porque sus cadenciosos sones fueron motivo de creaciones coreográficas para más de un instructor de arte.

Tal vez por eso, siempre traté de verlo en las calles cuando venía a su ciudad y la recorría, tal vez, por su profundo sentido de pertenencia hacia esta “…suave comarca de pastores y sombreros…”, como él un día la nombró, seguramente por ese inmenso amor que le profesó a todo lo camagüeyano y a lo cubano, en fin, lo cierto es que cada vez que se habla de él me sobrecoge una fuerza interna que no logro descifrar.

 Junto a él…

La vida no me dio la oportunidad de conversar con él, ni de conocerlo personalmente, sólo de vista, pero si me proporcionó la inmensa suerte de trabajar muy vinculada a la institución cultural que lleva su nombre en la provincia, desde su creación, pues en aquel momento mi función como subdirectora artística de la dirección provincial de Cultura, me adjudicó esa misión que comenzaron brillantemente los Doctores Luis Álvarez Álvarez y Olga García Yero, los que procedentes del Instituto Superior Pedagógico José Martí, asumieron está difícil, pero maravillosa encomienda.

Muchos fueron los eventos, encuentros, simposios, y tantas acciones que avaladas por un programa cultural se realizaron allí; y que alcanzaron categoría nacional, e incluso, tuvimos la posibilidad de que en alguna que otra ocasión contáramos con la presencia de los funcionarios de la Fundación que lleva el nombre del poeta en cuidad de La Habana, sobre todo cuando se conmemoraba aniversario de su natalicio o deceso, fechas que se encuentran muy unidas en el mes.

Recordando

Y si de recuerdos se trata, allí, y con estos mismos Doctores tuve la suerte de llevar a cabo mi trabajo final de investigación para hacerme Master en Trabajo Social, pues dentro de la labor comunitaria que en dicha institución se realizaba; se encontraba una con mujeres pacientes psiquiátricas de la tercera edad, las que se convirtieron por aquel entonces en mi objeto de estudio.

Alegrías y penas nos unieron a todos, hasta que finalmente, después de algunas vicisitudes, como nos ocurre cuando enfrentamos una labor de esa magnitud, logré mi título, siempre agradeciendo de manera incondicional a mis amigos, grandes intelectuales y profesores que dirigían ese Centro.

Con todas estas vivencias, recibí la noticia del gran plan de actividades que la Fundación se había trazado para conmemorar esas fechas este año, y mucho más cuando supe se develaría una estatua en bronce de Guillén en la Alameda de Paula, el propio día 10 de julio.

Coincidencias que se aman

Como son las coincidencias de la vida, ese mismo día viajaba yo a La Habana para unas gestiones personales, las que comencé al día siguiente nunca antes de haber visitado y posado en la mencionada obra de arte, que, en opinión de algunos, no se parece al poeta de mayor, sino más joven.

Mientras otros dicen que no era realmente su estatura, en fin…, todos sabemos que de esas opiniones muchas veces surgen y se tejen leyendas; hasta cuentos, pero lo cierto fue, que para mí constituyó un honor sentirme, aunque fuera en bronce tan cerca de Guillén.

Me sentí bendecida y privilegiada entonces por estar al lado de él, del Poeta Nacional, de ese que aprendí a no perder mi identidad, a defenderla a como dé lugar y a “…venir juntos desde muy lejos…San Berenito, Santa María, todo mezclado…”.

 

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