Donde comienza la calle San Ramón, cifrada con el 323 y justo a la derecha, se encuentra la otrora fábrica de cigarros Guarina, que devino fábrica de tabacos El Surco en 1960. Para verificar que la transformación del inmueble dignificaba a sus trabajadores, el entonces Ministro de Industria, Ernesto Guevara, vino en persona a visitarlos.
Una tarja en una de sus paredes laterales da fe de ello. Para conocer detalles de aquella histórica visita del Che a ese gremio tan singular, volvemos en el tiempo de la mano de Carmen Rita Rodríguez Pérez, lectora de tabaquería desde hace 58 años.
Carmita
Desde los 14 años comenzó a trabajar junto a su madre en un “chinchal” ubicado en el reparto La Mosca, así llamaban a los pequeños negocios privados que producían tabacos antes de 1959.
Con el triunfo revolucionario, los dirigentes sindicales del gremio del tabaco en Camagüey fueron a entrevistarse con Lázaro Peña, pues querían reunirse en un solo salón para producir unidos, como la gran familia que han sido desde los tiempos de José Martí.
Entonces, les otorgaron el local que hoy ocupa su fábrica, la primera en la ciudad después del triunfo revolucionario. Por sus locales han pasado varias generaciones de obreros, donde los más experimentados son maestros de los más jóvenes y muchos son hijos de anteriores torcedores.
Dentro del proceso hay otras especialidades que también garantizan la calidad final de cada marca o vitola. Carmita, como la llaman sus compañeros, ha pasado por varias labores, pero la definitiva fue la de lectora; respondiendo a una propuesta de los que ya peinan canas, en el arte de transformar la aromática hoja en el gustado tabaco cubano, con la tabla y la chaveta.
La visita del Che
Aquella histórica visita del guerrillero, acompañado del líder sindical Lázaro Peña, quedó grabada en la memoria de los trabajadores de El Surco, quienes con orgullo atesoran el relato de los que vivieron aquella experiencia y la comparten con las nuevas generaciones.
Cuentan que llegaron en un jeep, con sus botas y trajes verde-olivo, entraron por una de las puertas frontales del edificio, que hoy es una ventana. Ya en la galera o salón, el Che habló a los trabajadores.
Lo vieron muy interesado por las condiciones laborales del nuevo centro, por el pago, la justeza de la norma; y muy atento a cada opinión de los trabajadores. Verificó la calidad del producto al ser obsequiado con uno de aquellos tabacos, que degustó durante su recorrido.
Cómo lo ve en el tiempo
Al preguntarle a Carmita cómo ve la presencia de El Che y su legado en el gremio, se toma unos segundos para contestar y asegura que…Lo ve inmortal.
Lo siente vivo en cada joven que se suma a la familia tabacalera, luchando con apagones y escaseces de recursos, para garantizar ese rubro exportable en las 7 marcas que hoy confeccionan.
Pude sentir sus palabras al recorrer la instalación y ver a Teresa, su hija que es acondicionadora de las hojas, a Nelsa que es despalilladora y ama su labor, a Dayana y a Dixa anillando las brevas con suma delicadeza, al joven Yayo, que pega y forra las cajas de madera con esmero y finalmente al catador Jorge Luis, disfrutando de un ejemplar de la vitola Duque; todos con tanto entusiasmo, que no tengo dudas de su compromiso con la calidad y la producción.
Entonces volvemos a la tarja, que desde 1961 nos recuerda que El Che visitó a los tabaqueros camagüeyanos, para dejar su mensaje de esperanza y aquí, con la mano sobre el bronce, Carmita vuelve a declarase como su eterna admiradora.