Chocolatiqui, un personaje que educa jugando

Foto: Rogelio Loret de Mola
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Al verlo sin maquillaje, quizás por el color moreno de su piel, te imaginas que su nombre viene de allí; pero en realidad fue puro juego de palabras, pues al iniciar su personaje junto con la payasita Vainilla, el contraste más atractivo para los niños era con el chocolate.

Hace unos 20 años, los promotores culturales pensaron en responder a una necesidad del territorio: la de llevar alegría a las comunidades más alejadas del centro. Aquellos payasos que “nacieron” de manera espontánea, llenaron la comunidad La Belén de colores y enseñanzas para los pequeños.

A la vuelta más de dos décadas, conversamos con Reinier Elizalde Valier en el café de la librería Antonio Suárez. Entre burbujas y fantasías, llegamos al corazón del actor Chocolatiqui.

El actor

Su diversa formación le ha aportado muchas experiencias para construir las historias que va creando junto con el público, para jugar y dejar enseñanzas, tanto a los chicos como a sus padres.

Reinier es veterinario, licenciado en Comunicación, promotor cultural y actor. Aunque de eso habla poco, formó parte del reconocido grupo de teatro Korimacao, que dirigió el recién desaparecido actor Manuel Porto, con una labor encomiable en la Ciénaga de Zapata.

El primer encuentro de Chocolatiqui con el público ocurrió un 10 de abril, durante una celebración por el aniversario de los círculos infantiles. Primero, actuaba acompañado por Vainillita; y poco tiempo después -al quedar solo- tuvo que reinventarse y solidificar su espectáculo.

Con mucho amor y deseos de hacer reír, el payaso le pone energía a cada una de sus presentaciones; las cuales nunca se repiten y hacen de Chocolatiqui un personaje muy querido y especial para su público.

Sin embargo, él confiesa que sin su traje y su maquillaje no logra actuar; por eso hasta para un programa de radio, viste sus alegres colores.

¿Quién es Chocolatiqui?

Reinier lo define como un personaje de animación. No hace magia ni malabares, se mantiene activo y despistado, olvida el nombre de sus concursantes y deja los juegos a la mitad -efecto que atrae mucho a los participantes-. Al final de cada presentación, inventa una historia que puede servirle a cualquier persona, porque siempre da una lección para la vida.

Al preguntarle cuánto hay del niño que fue, en sus espectáculos, dice que casi nada: Era tímido y no le gustaba ver dibujos animados. Le resulta extraño ver a un adulto ante la televisión viendo filmes infantiles. Sus técnicas de trabajo no salen de esas fuentes tan transitadas. Busca en los temas de actualidad cómo sumar a los chicos.

El payaso y la ciudad

La ciudad es una fuente inagotable de inspiración. Cuando surgió la campaña de bien público Ciudad que vivo, ciudad que soy, que llevó a cabo la Oficina del Historiador, Chocolatiqui introdujo sus saberes desde un hecho tan simple como el de repartir caramelos en los juegos y al ver su destino final en el suelo de las plazas, hacía una reflexión para el bien de todos los moradores.

Así, siente que aporta al cuidado del patrimonio, mientras tributa conocimientos básicos acerca de sitios y personaje relevantes de nuestra urbe, además de hablarles a su público de la importancia de cuidar la ciudad en la que vivimos.

De manera animada y alegre, trata de jugar con la inocencia de los muchachos; de tocar su sensibilidad y contribuir a su formación.

Larga vida a Chocolatiqui

Con esa sonrisa que no se borra de los labios de Reinier, se nos une a la conversación su amigo y fotógrafo Rogelio; y así aprovechamos la oportunidad para que nos regale algunas imágenes de Chocolatiqui en acción.

Las fotografías resultaron muy hermosas. “Ya son 20 años, pero creo que mi personaje nunca va morir”, asegura el payaso. “Cuando ya no salga a escena, quedará para mi familia, para los recuerdos, porque esta profesión me acerca al mundo fabuloso de la nobleza que desbordan los niños. Para ellos trabajo”.

Entonces me sumo a su deseo… ¡larga vida a los sueños de Chocolatiquiǃ

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