Un pueblo con honor: Clavellinas

Foto: Jesmir Varona Socías
Share on facebook
Share on twitter

Al desandar el camino que conduce al río Saramaguacán, un pequeño poblado ubicado a la derecha, es para algunos historiadores el primero fundado por la revolución en Camagüey.Les hablo del asentamiento Las Clavellinas, donde perviven honor e historia.

Nos alejamos del centro histórico y viajamos 17 km para encontrar hermosas vivencias de un grupo de personas,  ligadas al alzamiento del 4 de noviembre y a otras acciones posteriores para el bien común.

El pueblo y sus costumbres

Muy pocas veces había podido caminar sus calles, el aire descontaminado y la abundante naturaleza y verdor, resultan muy agradables. En busca de algún nativo que me guiara en el recorrido llegué a la escuela, centro de la comunidad y de su palpitar diario.

La directora del Plantel Ediltrudes Carmenates nos recibe con esa hospitalidad que caracteriza a los pueblos pequeños, para ella es una alegría que alguien quiera escribir sobre su gente, de las que asegura tienen muchas cosas que decir, por eso de inmediato su oficina está a mi disposición y ya me trae a la primera entrevistada, un fundadora del pueblo, aquel agosto de 1962.

Los recuerdos de la fundación

Aunque han pasado 57 años, Nereida Socarás Verdín aun puede escuchar el sonido de las llaves, que dentro de un sombrero entregaban casas al azar, a los trabajadores agrícolas de esa zona, que mucho llegaban solo con las ropas, pues sus bohíos y escasas pertenencias no valían para la mudanza. Era el día feliz de la inauguración.

Dice Nereida que en los primeros discursos de Fidel de 1959 siempre planteaba la necesidad de construir casas para los trabajadores agrícolas, la dicha llegó a aquella zona llena de pobreza y casuchas de guano y tablas del palma, pero el proyecto del pueblo marcaba la construcción pegado a la carretera de Nuevitas.

Por orgullo de su historia y la cercanía al obelisco que perpetua el alzamiento del 4 de noviembre, donde los camagüeyanos se unían a la lucha por la independencia; los obreros no aceptaron la propuesta alejada del sitio y decidieron erigir sus casas allí, donde hoy se encuentran.

En tiempo record, 2 años y medio, se levantaron las nuevas viviendas de concreto prefabricado, se construyó la escuela, la bodega y la cafetería y se fundieron las aceras, calles y jardines, era un pueblo lindo, limpio y lleno de buenos vecinos, dice con emoción, mientras busca en sus recuerdos, pues solo tenía 14 años, cuando su padre recibió la alegría de venir a vivir al pueblo nuevo de las Clavellinas.

Una interrupción

Han llegado Heydi, Anyelis, Lianisbel y Aleidis, son  niñas de 6to grado, que en un intercambio por asalto, quieren mostrar que la comunidad vive de frente al obelisco de Las Clavellinas, pues allí se hacen las acampadas de cada curso, se reciben a los visitantes y resulta paso obligado, para quienes se dirigen a la Base de Campismo de esa demarcación.

Cada 4 de noviembre se organiza un acto central donde la comunidad es protagonista, además de encargada del mantener limpia y chapeada la parcela.

Para ellas es un orgullo ser nativas de un poblado que vive ligado a su historia y se esfuerza por salir adelante con sus producciones agrícolas.

Otra historia

Siguen llegando vecinos, y se unen a la conversación, pero finalmente llegó el delegado de la circunscripción, René Pérez Cansino, quien es técnico veterinario de la granja avícola el Uvero. Después del saludo y preocuparse por el almuerzo, porque de ese pueblo no se va nadie sin comer, me regaló otra linda historia de Clavellinas y su gente.

Esta si es de un hombre con distinción. Muchos miembros del movimiento 26 de julio eran pobladores de allí, entre ellos estaba su padre, Elpidio Pérez Olazabal, una especie de brabucón del pueblo, pues muchos recuerdan sus desafíos a los soldados del dictador Fulgencio Batista.

Según René, quien aún conserva el brazalete y el collar de semillas, con que bajó su padre de la Sierra Maestra, Elpidio participó en el asalto a varios cuarteles de la dictadura,en municipios cercanos.

El ejercicio más atrevido fue el salto al cuartel de Camalote. Sus ojos se iluminan y sigue contando henchido de orgullo…papá desafió a los casquitos de Batista” con ellos dentro del cuartel, subió a la azotea y desde allí, hizo ondear la bandera del 26 y escapar dejándola en lo más alto. El viejo no tenía miedo a nada.

Al caer la tarde

Es hora de regresar a la ciudad, fue un día diferente, regreso oxigenada del entorno natural y conmovida con tantas historias, que guardan los pobladores de las Clavellinas, de sus atenciones con el visitante, del orgullo por sus héroes y de la gratitud de la mayoría por tener un techo seguro desde 1962.

Mucho ha llovido desde el alzamiento del 4 de noviembre. De la esencia libertaria y patriótica de aquella reunión brotó en cada habitante el honor, que los hace vivir entre leyendas, pero con las manos y los pies sobre la tierra, para hacerla producir.

Más relacionados