Cuando camino por la Plaza Maceo, me alegra mucho ver tanto arte reunido en ese espacio. En un rinconcito y sobre un caballete muy sugerente, llamó mi atención un joven que realizaba trazos precisos y ligeros; a punta de lápiz lograba hermosos retratos.
El singular anuncio: “Se hacen fotografías y caricaturas al momento” destacaba sobre las imágenes de personas felices que han posado para sus cuadros. Sobre todo en estos tiempos de telefonía celular, en los que la mayoría de las personas toman sus propias fotografías, no resulta muy común la demanda de este tipo de obras.
Al verlo, vino a mi memoria Fidelio Ponce en su época, cuando tener un retrato era todo un lujo; con la diferencia de que los rostros dibujados por Yadiel Echemendía Pérez con grafito, no son tristes como los de Fidelio.
Al artista me le acerqué curiosa, y entre el bullicio de la Plaza y la compra y venta de artesanías, me detuve a conversar con él para descubrir lo que lo motiva a desarrollar ese estilo tan poco frecuente, al menos en La Ciudad de los Tinajones.
Yadiel es autodidacta. Algunos cursos con grandes artistas de la plástica como Orestes Larios lo han ayudado a enrumbar su carrera y le han aportado a la formación de su propio estilo. Aunque la técnica que más cultiva es la del retrato, él también ha incursionado en la talla en madera y el tratamiento al yeso, además de haber desarrollado otras habilidades en la pintura.
Rostros
Las muestras que exhibe en el caballete son hechas a lápiz o carboncillo. Lo mismo vemos una pareja de enamorados, que una familia, o una hermosa camagüeyana posando en cualquier sitio de nuestra urbe.
Parece que con su mirada de artista, Yadiel sabe captar muy bien el momento, que queda atesorado para quienes solicitan sus pinturas.
En el proyecto Isabel de las Mercedes, perteneciente a la Casa de la Cultura Ignacio Agramonte, este joven soñador tiene su espacio. Él desea adentrarse en el mundo de la restauración, porque es una labor que también le apasiona. Mientras encuentra otros caminos para crear, nuevos rostros nacen de sus lápices y carboncillos.