Un escudo extraviado en el tiempo histórico
Fueron los brazos de sus miles de mujeres y hombres quienes recuperaron al Camagüey tras las devastaciones causadas por los dos conflictos bélicos por la independencia en los que se vio involucrada la provincia agramontina.
Miles de fincas y potreros de cría y engorde de animales vacunos y caballares fueron destruidos. Sus campos de caña quemados, y sus cultivos, arrasados. Miles de caballerías cubiertas por el marabú y las malezas se apoderaron de terrenos fértiles antes cultivables. Centenares de fincas e industrias fueron destruidas parcial o totalmente.
El estrago material también tuvo reflejo en lo subjetivo. El dolor perpetuo por la pérdida de seres queridos, decenas de migrantes que marcharon hacia otros territorios, el abandono temporal o definitivo de la Isla…
El contexto descrito, que influyó en el distanciamiento colectivo y en que los elementos formadores de la hispanidad fueran quedando relegados poco a poco, contribuyeron al nacimiento de nuevos códigos y valores de la identidad regional.
El Escudo conferido a la arcaica villa de Puerto Príncipe por el monarca Fernando VII, en noviembre de 1817, en esa larga duración caracterizada por luchas y conquistas del pensamiento creador de la Ilustración criolla – camagüeyana, dejaba de tener significado identitario en medio del proceso de surgimiento de nuevos valores patrióticos y culturales.
En realidad, se trató de un Escudo obsequiado no al pueblo humilde, sino a la poderosa oligarquía hatera o burguesía principeña servil al monarca y a la Corona española; diseñado entre códigos de heráldica y colores y detalles de tipo feudaloides.
Un nuevo escudo para la nueva provincia
La vieja villa y su viejo escudo cedieron ante la nueva ciudad y su nuevo escudo. Los camagüeyanos comprometidos con sus nuevos tiempos llevaron las luces del progreso material y cultural hacia horizontes más prósperos.
En ese empeño, tuvo la iniciativa el maestro, periodista y excombatiente del Ejército Libertador, Ángel Hernández Navarro, de dotar a la provincia de Camagüey de un nuevo Escudo ajustado al contexto republicano.
Finalmente, el 22 de diciembre de 1926, el Estado cubano aprueba los escudos de las provincias insulares, y así se oficializa el de la llamada Ciudad de los Tinajones.
Esta vez, la aprobación llenó de satisfacción y orgullo al Camagüey. No fue para adular o complacer a su “cabildo” colonial. Fue mérito para nuestro coterráneo por haber ponderado los genuinos y tradicionales valores de nuestra región histórica. Un sol en el horizonte significó el nuevo despertar económico y productivo para la sabana pastoril.
El cuartel superior izquierdo representa la heroica lucha del pueblo. Al centro, la palabra Spes, vocablo latín que significa esperanza, la que siempre alentó a los patriotas camagüeyanos para alcanzar la independencia plena de Cuba. Las hojas de laurel simbolizan gloria y victoria. La estrella que corona el Escudo sintetiza la unidad del Camagüey con la Patria de todos los cubanos. Cuatro banderas cubanas a cada lado del Escudo distinguen al de nuestra provincia de otras del país; y por demás, honran sus cuatro Asambleas de Representantes de la Revolución y sus constituciones celebradas en tierra agramontina.
Hernández Navarro y sus compañeros pensaron con largueza el innovador -y patriótico- proyecto de Escudo provincial. ¿Y supondrían que ese mismo Escudo y sus símbolos identitarios impulsarían nuevas luchas y nuevas victorias? ¿Esos mismos presupuestos conducirían a los camagüeyanos a desafiar los nuevos contextos en la República entreguista a los yanquis, en tiempos en los que la vanguardia cubana intelectual y comprometida reforzaba el paradigma que significaba nuestra historia de luchas en la manigua por la libertad?