Un pacto con la ciudad requiere conciliación con lo bello. Una parte guardará silencio, la admirará y, casi como quien incumple el acuerdo, revelará de a poco las horas en las cuales la imaginó mejor -e incluso- la hizo atractiva ante ojos cercanos y ajenos; la otra, dinámica, rebelde y en lucha constante con el clima y el decursar del tiempo, prometerá exhibir sus encantos y salvarse, perdurar…
Entonces, es imposible no renovar el trato cuando destaca la majestuosidad de un edificio como el de la antigua Sociedad Santa Cecilia de Camagüey, actualmente Centro de Convenciones, o cuando se cuenta en el Centro Histórico de la urbe con un espacio como el Café Ciudad.
Exige el compromiso de ambos, porque la gente admira y se siente bien en sitios que, a partir de la rehabilitación, remodelación o diseños de ambientación le garantizan confort, calidad de vida y, además, contribuyen a su gusto estético.
Así, podemos perdernos en el interior de lugares como la Casa de la Diversidad Cultural camagüeyana, donde existen pinturas murales realizadas por el decorador Joaquín Miranda Sagol y datan de la primera mitad del siglo XX.
Sin embargo, en ese acto de lo contemplativo y lo placentero, olvidamos que detrás de las obras que distinguen la ciudad están los profesionales encargados de preservarlas. Son ellos quienes estudian los elementos que la componen y analizan sus características para garantizar mayor perdurabilidad.
El 27 de enero es la jornada instituida para celebrar el Día Internacional del Conservador Restaurador, la cual se estableció en el XVIII Congreso Internacional de Conservación y Restauración de Bienes Culturales, celebrado en Granada en 2011. En sus manos va el legado cultural y artístico de la humanidad.
Camagüey cuenta con nombres que devuelven la elegancia a bienes tangibles o piezas desgastadas por la acción humana o del tiempo. Bisturí en mano, visibles en andamios o desde la investigación histórica, se llega al corazón de los lugares, de los inmuebles que dos camagüeyanos conocen de cerca.
En la Escuela de oficios “Francisco Sánchez Betancourt”, como profesores de Restauración de Pintura Mural y de Monumentos Conmemorativos, y de la Facultad de Construcciones de la Universidad de Camagüey están las enseñanzas y prácticas de Carlos de Jesús Hernández Fernández y Henry Mazorra Acosta, respectivamente.
Carlos cuenta como parte de ese pacto con la Villa, las disímiles intervenciones en inmuebles de notable valor arquitectónico, viviendas coloniales y el Policlínico Docente José Martí -antigua residencia de Tomás Pío Betancourt, más tarde colegio de Las Salesianas para niñas pobres y sede del antiguo Centro de Documentación e Información Pedagógicas.
Por otra parte, proyectos como la rehabilitación del Edificio Collado para colocar en su interior la Maqueta, y el Centro de Gestión Cultural llevan el nombre del arquitecto Henry Mazorra.
A los dos, la ciudad y quienes vivimos en ella, le agradecemos el sentido de pertenencia por el Camagüey con el que concertaron un pacto de por vida; con esa casa que a ratos devela sus nombres -y junto con ellos, las cualidades que acompañan a un conservador restaurador para mantener las esencias de una ciudad.