¡Llegó junio! Y siempre que llega pienso en una fecha importante para esta ciudad: la celebración del San Juan camagüeyano, esa fiesta popular que caracteriza a esta villa y que, por supuesto, comienza a prepararse con antelación.
Desde hace muchos días, resuenan los tambores de las congas, “engrasando motores” para la gran fiesta que se extiende del 24 al 29 de este sexto mes del año. A todos los camagüeyanos nos enorgullece esta celebración, y la esperamos lo mismo para escuchar anécdotas de los más fiesteros, que para saborear el ajiaco, o disfrutar las ofertas en las calles de la ciudad que se engalanan.
Desde que era una niña me gustaban estos festejos. Ahora vienen a mi memoria los disfraces que nos confeccionaban los mayores de la familia para salir al Paseo -preferido por la población, pues eran verdaderos espectáculos. Recuerdo una ocasión en la cual participó en el desfile una comparsa que recreó la cultura romana. Decían que había llegado desde la vecina provincia de Ciego de Ávila, donde la tradición de esta manifestación era muy fuerte. Hasta caballos montados por expertos jinetes la integraban; lo que proporcionaba una gran elegancia y belleza al desfile.
Por estos días ya va tomando mayor temperatura el entusiasmo de la población; y a medida que avanza el mes hasta llegar el 24 -fecha en la cual se lee el Bando para “romper” con el San Juan camagüeyano- todos estamos expectantes por cómo se realizará esta vez; por si saldrá el Paseo desde el mismo lugar; por cuántas carrozas, comparsas y congas serán…: esas incógnitas que se suscitan durante estas fechas. Incluso se habla de las ofertas gastronómicas, de los vestuarios y de las muchachas que los lucirán.
Lo cierto es que cada cual, a su modo, vive el San Juan, esa tradición que nunca nos podrán quitar y a la que todos tributamos de alguna manera. A mí me entusiasma; soy de las que corre y llora en el entierro de San Pedro, a modo de esperar el próximo para continuar venerando nuestra cultura popular tradicional.


