Estamos marcados por tradiciones y leyendas en una villa que porta con orgullo las historias tatuadas en los adoquines. De la celebración del entierro de San Pedro y la lluvia que tradicionalmente lo acompaña, me dispongo a plasmar algunas particularidades.
Recrear un funeral ficticio se convierte en toda una puesta en escena que recorre las céntricas calles de la ciudad de Camagüey, para cerrar las festividades del San Juan camagüeyano.
Escoltar al muñeco que representa a San Pedro, representado como un cadáver confeccionado con materiales viejos: ropas, trapos, hierba seca, es el encargo que tiene la conga que sale y lo despide.
La representación de San Pedro es llevada en un ataúd o montada en una carretilla, en alusión a la clausura oficial de la nueva edición de unos festejos que ya tienen más de 280 años de existencia.
Entre el calor y la lluvia todos celebran, se lamentan, cantan y hasta comparten tragos de ron.
La algarabía y el sonido de los tambores se combinan para lograr la magia de una tradición que hace únicas a las calles de Camagüey cada 29 de junio.
Del San Juan
El San Juan camagüeyano surgió desde el siglo XVIII, y tuvo su origen en la encrucijada de celebraciones procedentes de Europa y ferias de venta de ganado en la entonces Santa María del Puerto del Príncipe.
Llena de simbolismo, esta celebración sigue contando las historias de muchas generaciones, continúa la transmisión de saberes y resalta justamente en una urbe que porta con orgullo la condición de Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Con la alegría que nos distingue, esperemos esta tarde el entierro de San Pedro, siempre recordando que las tradiciones hacen que nuestro patrimonio se mantenga vivo.