Joaquín de Agüero y sus compañeros: la libertad es la Patria

Foto: Archivo OHCC
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Por: Ricardo Muñoz Gutiérrez

En julio y agosto de 1851, el Camagüey lloró. Nueve de sus hijos mueren por la Patria. La sociedad camagüeyana recuerda con admiración las hombradías de estos hombres y, en especial, a su líder Joaquín de Agüero y Agüero -quien años antes se había ganado la desconfianza de las autoridades cuando concedió la libertad a los ocho esclavos que poseía por “(…) pura liberalidad y sin ningún interés (…)”; y cuando es requerido por las autoridades de Puerto Príncipe, responde que la había concedido “Cumpliendo un deber de humanidad y conciencia”.

Considera que ningún hombre tiene derecho “(…) para apoderarse de otro por la fuerza y de venderlo como si fuera una propiedad suya (…)” y se sentía obligado “(…) a reparar la injusticia de nuestros antepasados, devolviendo la prerrogativa y el derecho de hombre a nuestros hermanos, los hombres de color (…)”.

La Sociedad Libertadora de Puerto Príncipe, con su propósito de la separación de Cuba de España, responsabiliza a Agüero con las actividades revolucionarias -propaganda y captación- en Nuevitas; pero, el Comandante del Departamento, general Lemery, conoce de la conspiración y preparación de un levantamiento armado y ordena, el 3 de mayo, la detención de los sospechosos. Agüero evita la detención y junto con otros conspiradores se oculta mientras se decide el levantamiento armado.

El 4 de julio de 1851, en San Francisco de Jucaral, alrededor de 46 hombres capitaneados por Joaquín de Agüero firman una Declaración de Independencia, la primera aprobada en los campos de Cuba Libre: “no podemos, ni queremos vivir por más tiempo sometidos a España… nos constituimos en abierta rebelión contra todos los actos o leyes que emanen de nuestra antigua metrópoli; desconocemos: toda autoridad… cuyo nombramientos y facultades no traigan su origen exclusivamente en la mayoría del pueblo de Cuba…”.

Los reunidos eligen a Joaquín de Agüero, el más activo conspirador, como jefe de la partida. Fracasan en un asalto a Las Tunas y se dispersan; 26 patriotas que siguen a Agüero son sorprendidos en la finca San Carlos, el día 13, y los conmina a la rendición. La respuesta es categórica: – ¡Viva Cuba Libre! ¡Viva la Independencia!

Es el inicio del primer combate frontal entre cubanos y españoles de la Historia Patria. Los disparos causan la muerte de Juan Francisco de Torres, Antonio María Agüero Estrada, Francisco Perdomo Batista, Mariano Benavides y Victoriano Malledo, los primeros patriotas en morir empuñando las armas por la libertad.

Le sucede otra dispersión; el fracaso del alzamiento es inminente y las autoridades anuncian un indulto. Agüero deja en libertad de elección a los que lo siguen; él “(…) Nunca creyó … que podría acogerse a ese indulto (…)”.

Acompañado por Fernando de Zayas y Cisneros, Tomás Betancourt y Zayas, Miguel Benavides Pardo, Miguel Castellanos Zayas y Adolfo Pierra y Agüero, se dirige a la costa norte con el objetivo de embarcarse hacia los Estados Unidos. En el pesquero Punta de Ganado, permanece varios días sin poder embarcar y, por una delación, son detenidos el 23 de julio.

Son conducidos a Puerto Príncipe y encerrados en el Cuartel de Caballería, hoy Museo Provincial, para un urgente juicio; se necesitaba un escarmiento. En las declaraciones, Agüero no se retrata: “Pensaba entonces, y aún hoy mismo, que el país necesita de un gobierno y leyes muy distintas de las que le rigen y que estando en la imposibilidad de conseguir por medios legales estas mejoras, le era forzoso apelar a las fuerzas (…)”.

La sentencia es la pena de muerte para Agüero, Tomás Betancourt, Fernando de Zayas y Miguel Benavides. Distinguidas mujeres camagüeyanas solicitan al general Lemery la conmutación de la pena. Advertido Agüero les responde:

– Esa presentación es inútil y humillante, y por nada de este mundo deben humillarse las matronas del Camagüey, que son gloria y orgullo de mi patria… las lágrimas no pueden romper las cadenas, al hierro sólo lo rompe el hierro.

Las autoridades condicionaban el perdón a cambio de que firmen un acta confesando la adhesión a España y su arrepentimiento; por ello escribe a su esposa: “Sabré sostener mi puesto; se bien que la vida me va en ello… siempre he sido fiel a mis principios de honradez… Zayas, Benavides y Betancourt, se muestran igualmente grandes e identificado conmigo”.

El 12 de agosto, toques de cornetas y redoblar de tambores anuncian el camino a la gloria. Por la hoy Avenida de los Mártires, los patriotas son conducidos hasta la sabana de Méndez. Una fuerza de caballería evita las aglomeraciones.

En el lugar, los patriotas se abrazan fuertemente y el oficial ordena que se coloquen a un metro de separación, indica con la espada el sitio a cada uno. Los 16 soldados encargados del fusilamiento, en grupos de cuatro, se sitúan frente a los héroes. Antes de la orden de disparar, Fernando de Zayas grita: – ¡Muero por libertarte patria mía!

La muerte de los patriotas conmociona la sociedad camagüeyana. En 1852, Manuel José de Agüero y Agüero, primo de Joaquín que había sido su ayudante, capturado y condenado a diez años de prisión en Ceuta; pero, logró escapar y dirigirse a los Estados Unidos, aprovecha un viaje de Lemery a ese país, y lo reta a duelo; pero, el oficial evita el lance regresando inmediatamente a Cuba.

Solo los valientes saben morir.

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