Rafael Guerras Vives, otro valiente hijo de esta tierra

Foto: José A. Cortiñas Friman
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Como en todas las revoluciones, a veces la sangre de muchos de sus hijos abona la causa desde las sombras. Así ha sucedido con el joven camagüeyano Rafael Guerras Vives, de quien poco se habla en los últimos tiempos. Prácticamente, solo lo recuerdan una tarja en la fachada de su casa natal -Ignacio Agramonte No. 214- y el preuniversitario que hoy lleva su nombre.

Guerritas, como lo apodaron sus compañeros de lucha, fue parte de esa generación que asumió su rol en la Historia con una responsabilidad admirable. Fue también una de las tantas víctimas mortales que dejó a su paso la tiranía de Fulgencio Batista.

Con deseos de hacer justicia a su memoria, hoy recordamos su triste e injusto asesinato, desde la mirada de tres muchachas que pasaron por las aulas de la institución que se honra con su nombre.

El joven Guerritas

Roxana, Thalía y Daymara son tres estudiantes de carreras relacionadas a la salud. Pensando en la educación recibida durante el bachillerato, calculamos que, a esa edad, Guerras Vives inició su lucha contra la dictadura; pues en los predios del Instituto de Segunda Enseñanza se reunía con otros revolucionarios para organizar acciones en contra del gobierno imperante.

Luego se fue a estudiar a la capital, en la Facultad de Agronomía, donde se unió en las luchas políticas con destacadas figuras del Directorio Revolucionario como José Antonio Echeverría, Faure Chomón, Álvaro Barba y Fructuoso Rodríguez.

A esa edad tan temprana ya abrazaba una causa por la que realizó importantes misiones. La última fue colocar unos petardos en diferentes repartos de La Habana. Esta acción desató la ira de los esbirros del dictador que lo buscaban desesperadamente por todas partes.

El 2 de agosto de 1958 fue apresado y torturado hasta la muerte, pero nunca delató a ninguno de sus colegas. En la madrugada del 4 de agosto su cuerpo fue arrojado al edifico de Virtudes No. 619.

A las 5:00 a.m., los vecinos sintieron unos extraños ruidos en el pasillo de la escalera que conducía al segundo piso. Un auto se detuvo, sacó el cadáver y lo atravesaron sobre los escalones. Así encontraron los restos mortales de Rafael Guerras Vives.

Las jóvenes de batas blancas

Conversando con las futuras doctoras, quienes mucho agradecen las enseñanzas recibidas en el preuniversitario, veo su conmoción al rememorar la muerte de Guerras Vives.

Entonces, Roxana comenta: ¿Cómo habría sido al graduarse? Seguramente, un científico del sector azucarero o uno de los químicos que tanto aporta a la medicina, ¡qué pena su vida truncada!

Thalía siente pena por la novia desconocida, a la que esperaba Rafael en la esquina de la calle Infanta la noche en que lo detuvo la policía; y Daymara no puede dejar de sentir el dolor de la familia al recibir en Camagüey, dos días después, el féretro sellado y custodiado por soldados que le impidieron abrir para el velorio.

Al rememorar este triste pasaje de nuestra Historia, con tres chicas ligadas a la biografía del mártir por su centro de estudios, creo justo desempolvar sucesos tan crueles, para no olvidar el pasado y continuar enrumbando el presente y el futuro.

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