El nombre del sabio cubano Carlos J. Finlay Barrés, ocupa un lugar prominente en la relación de figuras universales de la ciencia, que por el valor de sus aportes son considerados verdaderos benefactores de la humanidad.
Nacido en la entonces villa de Puerto Príncipe (actual Camagüey) el 3 de diciembre de 1833, Finlay se gradúa de médico en Filadelfia, Estados Unidos, el 10 de marzo de 1855. Terminada la carrera, desecha varias propuestas para quedarse a trabajar en la nación norteña y regresa a Cuba. En julio de 1872 logra ingresar a la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, en la cual atendió durante catorce años las relaciones internacionales gracias a su dominio del inglés, el francés y el alemán. La completa consagración al estudio de la fiebre amarilla, cuyas epidemias devastaron por años ciudades enteras del Caribe y Centroamérica, América del Sur, África, Portugal, España, Inglaterra y los propios Estados Unidos; lo llevan a realizar sus mayores descubrimientos: la teoría científica del contagio de las enfermedades a través de un vector biológico, y la identificación del mosquito denominado hoy Aedes aegypti, como el agente transmisor de la fiebre amarilla.
Más allá de librar al mundo de tan terrible flagelo con la prédica de hacer campañas de saneamiento dirigidas a erradicar el mosquito, Finlay abrió nuevos cauces al desarrollo de la epidemiología y la entomología médica.