“Antes de ser maestro, médico o cualquiera de las profesiones, es necesario ser buena persona, de allí parten todos los demás valores.”
Con esta afirmación comenzó mi diálogo con la maestra de enseñanza primaria, Doris Monteagudo Simpson, una educadora con 42 años dedicados a la enseñanza, quien vive el placer de llevar cada día de la mano a sus alumnos por los caminos del saber.
Trabaja de primero a sexto grado en la escuela Renato Guitart Rosell de la ciudad de Camagüey, y recibe como “un regalo de la vida” que sus niños lleguen a ella muy pequeños y en su aula, bajo su guía, den los primeros pasos para aprender a leer, escribir y contar.
La primera escuelita
Inició su misión como educadora en la década del 80 del pasado siglo, en una comunidad del municipio Céspedes, al frente de un multigrado de diez alumnos. En la mañana impartía segundo y tercer grado, y en la tarde el resto, pues eran niños de diferentes edades, que acudían a la única escuela del pueblo.
Recuerda que al inicio faltaban mucho a clases y cuando ella comenzó los fue motivando y enamorando de las asignaturas con diversas técnicas grupales, de manera que, ya avanzado el curso, no había ausencias. Se ganó así el cariño de sus muchachos y la confianza de los padres.
Siempre defiende una máxima de incluir a los más tímidos en cada actividad docente, porque en nuestra patria todos tenemos voz y es importante escuchar ideas diversas, que pueden aportar al bien común; al decir de Doris.
Después de la escuelita rural Pepito Tey, vino a la Renato Guitart, muy cerca del Parque Agramonte; donde lleva laborando unos 38 cursos. Se jubiló, pero volvió a las aulas, porque no quiere estar lejos de la docencia, ya que para ella constituye el centro de su vida.
La historia en sus clases
Desde que supo del Proyecto de Aulas Patrimoniales, que desarrolla la Oficina del Historiador de la ciudad de Camagüey (OHCC) desde hace 5 años, se sumó con agrado; pues para ella conocer la historia y enseñarla es un deber ciudadano. Sin pensarlo, se ha convertido en una fiel activista y motiva a sus alumnos a participar en todas las propuestas del proyecto.
Mucho agradece a la OHCC la oportunidad de llevar a su grupo al Batey del antiguo Central Jaronú, esa joya cuya arquitectura está marcada por influencias de la arquitectura vernácula norteamericana, el dulzor del azúcar y el pito del central; donde el líder sindicalista Jesús Menéndez habló a los trabajadores, desde la entrada del Central y sobre un sillón de limpiabotas. Esta visita deslumbró a los estudiantes de quinto grado y los acercó al patrimonio industrial del Camagüey.
Dos figuras insignes de la ciudad están siempre en sus clases: Ignacio Agramonte, por su valentía y tierno amor con Amalia Simoni, y el Poeta Nacional Nicolás Guillén.
Al hablar de El Mayor, les enseña los valores y el amor a la patria. Con Guillén y a través de sus obras, los acerca a las raíces africanas y a la importancia de incluir en el aula a niños de todos los colores, sin reparar en su color de la piel, ni en su forma de cabello.
Buena persona
Después de esta clase de educación cívica que ha sido nuestra conversación, volvemos sobre la generosidad, esa que, para la profesora Doris, es tan importante como la profesión. Ella recuerda siempre a sus abuelos jamaicanos, que apenas sabían leer, pero insistían en los buenos modales, la lealdad y, sobre todo, en la necesidad de ser en cualquier circunstancia una buena persona.
Con ese valor por delante es distinguida la maestra de varias generaciones, quien siente su legado multiplicado, pues sus dos hijos también son maestros y en casa comparten el placer de educar con el ejemplo, mientras son muy queridos por sus discípulos.