No existe mejor etapa en la vida que la de niños. En ella disfrutamos lo mismo una mariposa volar que de una lagartija comiéndose a la mosca. La magia de la infancia domina cada descubrimiento y con ellos comenzamos a inscribir historias en el libro de la vida.
Qué felices fuéramos si la experiencia que formamos cada día se mantuviera con una alta dosis de inocencia; pero lo cierto es que nunca se dan la mano, porque cada una tiene su tiempo.
En estos días en que la casa se ha convertido en escenario y escuela, en los que cada pequeño colma nuestros minutos con sus incansables travesuras; sólo una sonrisa de nostalgia se puede posar en los labios cuando nos sintamos agotados y ya no sepamos si ser sus alumnos, sus bebés o sus super héroes corriendo por el patio en busca de ranas o mascotas.
Ellos nos trasladan a esos momentos en los que el tiempo para el juego resultaba prioridad, en los que ser feliz era aún más importante, en los que ni problemas ni imposibles se atrevían a desafiarlos; porque sabían que perderían.
Pensar que cuando somos niños queremos crecer aceleradamente y cuando somos adultos anhelamos nuestros días de infancia. El tiempo continúa siendo el cómplice de tantos sueños.
Por eso hoy que se celebra el día de la infancia apostemos por reanimar al niño que llevamos dentro y por regalarle una sonrisa acompañada de un beso a los pequeños que iluminan nuestra existencia.