La presencia de cerámica de tradición aborigen en la villa de Puerto Príncipe

Foto: Cortesía de la autora
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Preámbulo

En el centro histórico de la ciudad de Camagüey se han rescatado abundantes evidencias arqueológicas, entre las que se encuentran cerámicas de tradición aborigen; esto corrobora la supervivencia de grupos aborígenes en la zona.  La presencia de estos elementos resulta significativa, para entender la vida cotidiana y profundizar en los procesos de intercambio cultural y comercial de los primeros siglos, en la villa de Puerto Príncipe.

 

Antecedentes históricos

La villa de Puerto Príncipe se asentó definitivamente, en 1528, en el Cacicazgo aborigen de Camaguebax, entre los ríos Tínima y Hatibonico. En sus inicios, el asentamiento poblacional se vio amenazado por el déficit de suministros y por el sistema establecido por España para el comercio y abastecimiento de las colonias, que provocó que los productos europeos escasearan.

La ubicación geográfica de la villa dificultaba el traslado de las mercancías desde los embarcaderos de la Guanaja y Jiguey, viaje que duraba varios días de trayecto. Esto provocaba dificultades para el envío de bienes frágiles, como vidrios y cerámica, lo que generaba un acceso reducido y el alza de precios de los productos

Esto propició el empobrecimiento de la villa en el marco de las relaciones económicas oficiales. Como consecuencia, ante la escasez de productos de primera necesidad, los lugareños recurrieron al comercio de contrabando y la piratería; que abarcó fundamentalmente el comercio de cueros.

La villa comenzó su desarrollo y estabilización definitiva en el último tercio de siglo xvii- xviii, período en el que se construyeron varias iglesias, plazas y plazuelas. Es en este periodo que se presume el empleo de la cerámica, como recurso para suplir las necesidades de los pobladores.

La cerámica de manufactura local resultaba mucho más barata y se podía sustituir con facilidad. Para esto se recurrió a la construcción de tejares, industria favorecida por la disponibilidad de arcillas de buena calidad, abundancia de maderas para los hornos, así como la tradición alfarera heredada de los aborígenes; que se realizaba sin el empleo de la técnica del vidriado.

Olla de cerámica con decoración en el borde.

 

La presencia de cerámica de tradición aborigen en la ciudad de Camagüey

Desde la creación del Gabinete de Arqueología de la Oficina del Historiador de la ciudad de Camagüey (OHCC), se han rescatado una gran variedad de evidencias materiales del pasado. Entre estos se destaca el hallazgo de cerámica de diversas cronologías, tanto de procedencia local, europea, como del resto del continente americano.

Como parte de este conglomerado se ha recatado una significativa representación de tiestos o vasijas acordeladas, que mantienen patrones aborígenes en cuanto a formas, técnicas y materiales; así como en la decoración de los bordes y las asas.

Asas de ollas en forma de tetón. Sitio antiguo Hotel Habana.

 

A este tipo de cerámica se le denomina de “tradición aborigen”, debido a la presencia en las vasijas de patrones de origen indígena, adaptados a nuevas funciones de almacenamiento y elaboración; así como la incidencia de rasgos hispanos e indígenas simultáneamente. Esta, al parecer, fue confeccionada por alfareros indígenas, por descendientes, o grupos sociales dedicados a la servidumbre (indios y esclavos); que se ocupaban del trabajo doméstico.

Entre los contextos estudiados, que más información han aportado sobre este tipo de evidencias, se encuentran inmuebles que poseen un periodo de ocupación de los siglos XVII- XVIII. Es el caso del antiguo Hotel Habana, el otrora inmueble de la Fábrica de Camisas, el Palacio Pichardo y recientemente la bodega La Campana; todos vinculados a espacios fundacionales de la ciudad.

Varios fragmentos de bordes de cuencos de cerámica de tradición aborigen.

 

El material recuperado en su mayoría está compuesto por fragmentos de cuerpos de vasijas y bordes acordelados, algunos con decoración. La forma de las piezas varía en ollas, cuencos y cazuelas, los que utilizaban para actividades dentro de los hogares, fundamentalmente en actividades culinarias, de servicio y almacenaje.

Las labores domésticas diarias incluían la sustitución de las vasijas cada cierto tiempo, debido a su fractura frecuente. La comercialización de estos productos se realizaba localmente en todos los estratos de la sociedad, por lo que la confección de vasijas de barro se convirtió en un negocio regular y próspero, que al parecer perduró desde el siglo xvi hasta el xviii.

Tipológicamente, entre los patrones más frecuentes, se encuentran el gran tamaño de las piezas, simplicidad en la decoración, manufactura acordelada o de rolletes sin empleo del torno y la pasta de poca dureza; por lo que se puede considerar como una cerámica de baja calidad, al parecer cocida en hornos, pero no a muy alta temperatura.

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