El Plan de Prevención es un documento orientado por el gobierno cubano, hace ya varios años. Se confecciona por cada organismo y entidad incluso a nivel de base y tiene como finalidad, precisar en detalles cada situación que en materia de prevención del delito pueda diagnosticarse.
Indudablemente su objetivo está en la protección de los bienes que el estado pone en nuestras manos. Este plan posee un sistema de control y chequeo sistemático que es además, fiscalizado por un funcionario designado en las empresas y demás organizaciones.
Este debe ser una persona con la suficiente autoridad, confianza y honestidad para controlarlo; pues en sus manos se encuentra la seguridad de dichas entidades. Pero dicho de ese modo, queda un poco fríamente plasmado y tal vez un tanto sencillo de confeccionar y chequear; lo que para nada es así tan simple.
Se necesita poseer un alto dominio de cuanta acción se realice en cada centro para verdaderamente hacer de él, un instrumento positivo y útil para el trabajo diario.
No, no estoy haciendo una promoción de este valioso documento, para nada, solo quiero referirme a una persona, que durante muchos años se encargó de esta complicada tarea en la Oficina del Historiador de la ciudad de Camagüey hasta que, hace pocos meses decidió jubilarse, no por estar agotado, ni enfermo; sino por cuestiones de índole familiar.
Me refiero al compañero Diosdado Cardoso, quien hace solo unos días dejó de existir físicamente; pero estoy segura siempre estará en el recuerdo de todos lo que laboramos con él.
No sólo en este último lugar donde lo hizo, también cuando se desempeñó con resultados positivos como Director provincial de Justicia en la década de los difíciles años 90; y como miembro activo también de la Comisión de Prevención Social de la provincia, jugando un papel verdaderamente importante; el cual resultó reconocido por más de un directivo en cada caso.
Cuanto trabajador existe en la Oficina del Historiador estará de acuerdo conmigo en que este compañero en más de una ocasión nos ayudó a confeccionar tan engorroso documento.
Su recuerdo
Me parece verlo con su paso lento y aparentemente cansado, transitando por la calle San Ramón, en la que vivía y en la que muchas veces nos dábamos cruce e intercambiábamos alguna que otra opinión; pues siempre nos unió una buena amistad.
No solo de esta etapa más cercana, sino que data de la época en la que en aquella Comisión nos asignaban tareas tan difíciles como la atención a deambulantes y hasta personas con complicadas situaciones familiares y sociales.
Allí hablábamos de todo un poco, de la familia, de las últimas indicaciones laborales, de la actualidad nacional y hasta de el momento que por fin había determinado concluir con su vida laboral para disfrutar de lo que se había ganado con su esfuerzo; y tal vez pasear y hacer tantas cosas de las que se había privado por los compromisos de trabajo.
La noticia
Por eso cuando casualmente, por una compañera me enteré de su fallecimiento, me disgusté; no esperaba esa noticia tan desagradable y repentina, lo que me hizo reflexionar cuán asombrosa e inesperada es la vida.
Siempre recordaré a esta persona, la que llamaba cada 8 de junio para felicitar por el Día del Jurista, algo que recibía con muchísimo agrado pues nunca dejó de ser un hombre de leyes.
Estoy segura quedará entre nosotros y cada vez que se hable de contingencias, prevención del delito, incluso temporadas ciclónicas y defensa, lo evocaremos, como alguien al que le debemos parte de lo que hoy tenemos.


