La impronta de Jorge Luis Betancourt Caballero

Foto: Tomada de slaveryandremembrance.org
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Por: Caridad González Edward

“Soñador de su tiempo, creador de obras que han quedado perpetuadas por siempre, formador de jóvenes talentos diseminados no sólo por Cuba sino por muchas partes del mundo, fue el maestro Jorge Luis Betancourt Caballero”

Nació en Camagüey en noviembre del 1940, de acuerdo a lo que he leído estudió inicialmente teoría y solfeo en el Conservatorio municipal de la Academia de la Logia “La voz del maestro” y concluyó en el Conservatorio Félix Rafols.

Luego continuó la enseñanza media en el Conservatorio Alejandro García Caturla, con profesores de la talla de Carlos Fariñas, Manuel Duchezne Cuzán, Ninowka Fernández y con el maestro soviético Daniil Tuilin que impartía Dirección Orquestal.

Su terruño

En Camagüey, de manera inconsciente y sin sed protagónica, comenzó a labrar y establecer lo que considero su legado al patrimonio musical cubano. Funda el Coro Profesional en 1961; mientras al próximo año la Orquesta Sinfónica y su quinteto de Viento, a pesar de tildarlo de loco y otras cosas más.

Se gana una beca y continúa estudios de dirección orquestal en 1967, en la ciudad de Leningrado, antigua Unión Soviética. Fue alumno del profesor Ilia Alexandrovich Musin, en el Conservatorio Rinmsky-Kórsakov y a su regreso en el año 1972 funda la Orquesta de Cámara.

Su historia devela un hombre incansable y extremadamente creativo en materia laboral. Organizó la orquesta de música ligera que participó en el VII Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, en Finlandia. También intervino en festivales de coros, simposios, coloquios en la Casa de las Américas, dirigió como invitado, los coros de Cienfuegos y la orquesta sinfónica de Villa Clara; y además creó los encuentros de Orquestas Sinfónicas con sede en Camagüey. Sólo no pudo concretar, a pesar de los esfuerzos, el sueño compartido con el barítono Rosendo Fernández de fundar una Compañía Lírica.

Mis recuerdos

Al maestro Jorge Luis Betancourt, lo conocí siendo muy niña. Tendría entre 5 u 8 años de edad, en el barrio donde me crié y crecí, cerquita de la Plaza del Carmen. Todavía jugaba con muñecas a las princesas, mientras encontraba el camino del arte y el gusto por la música.  Para mí, inconsciente de su grandeza, era solo el Betancourt, el hombre que pasaba diario saludando a los vecinos y llega a ver a mami (mi abuela). Le pedía un traguito de café, acariciando mi despeinada cabeza antes de ir a la casa del frente, donde vivía Echa, Elsa María Ferrer, que vivía en San Lorenzo #34.

Tenía mirada firme, directa y una manera de conversar que te impactaba. Era amigo de mi familia, de los vecinos. Lo recuerdo doblar el callejón de Risa hacia San Lorenzo, como se conocen popularmente esas calles; con un andar ligero. Lleno de papeles con un palito negro en una mano, que ahora sé, eran partituras y su batuta; en la otra llevaba su portafolio negro.

Sus raíces

Su crianza no le permitía fallarle a los amigos, por lo que, sin pensarlo asumió mis estudios musicales como un compromiso personal. Me repasaba solfeo y teoría junto a Harold José. Recuerdo que era muy, pero muy exigente con el rendimiento académico de nosotros. Me visitaba en Santiago de Cuba, estando ya en Nivel Medio, solo para ver mi desempeño como estudiante, acción que me marcó para toda la vida; pues hoy mis alumnos, como lo fui para él, son para siempre.

Lo veía grande, con brazos alargados como si pudiera contener y abrazar toda la orquesta en su pecho. Estoy segura era por su manera de dirigir. Tenía un gesto para cada figura y estilo musical; una exactitud increíble a la hora de guiar la orquesta. La manera de trabajar con todos los recursos musicales en cada obra era única y te acariciaba tiernamente escuchar el resultado.

Sus ensayos eran clases de música para artistas ya formados. Verlo en acción, resultó un privilegio para todos los que lo disfrutamos. Me decía en clases, en mis atesorados repasos en San Lorenzo / 34: …” primero depura y conoce la técnica lo más que puedas y luego ponle corazón; eso te hace diestra de lo que muestras y nadie cuestionará tu saber, porque tienes una base sólida, fuerte, implacable.”

Orgullosa le debo que en todo momento el trato al enseñar, mi pasión y amor por la educación artística, por la profesión, por la Dirección de Coros, agrupaciones, bandas y orquestas, incluso le debo el amor a mi raza y descendencia jamaiquina.

De mis pesares plasmo que hoy sólo muy pocos hablamos del profesor, del maestro que murió en julio de 1992. Del hombre que dejó un legado tangible, como pocos para el patrimonio musical y cultural de Camagüey, de Cuba y de los cubanos en el mundo.

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