“Educar es dar al hombre las llaves del mundo, que son la independencia y el amor”.
Es ese precepto martiano el que ha primado en una generación de educadoras, que está celebrando el 30 aniversario de su graduación y rememoran sus días como estudiantes de la Escuela Formadora de Maestros de Camagüey, Enrique José Varona.
Ante tan singular reunión de experiencias y saberes, ni la lluvia pudo detener el reencuentro, que las llevó a su adolescencia, a aquellos años felices cuando decidieron emprender este camino tan hermoso que es, sin dudas, el magisterio.
Comenzaron a llegar a la sede de la Banda Provincial de Conciertos, cortesía del director de la Banda, quien ofreció su espacio para el reencuentro. Unas a pie, con sombrilla, y otras en bicicletas; fueron agrupándose para contar sus historias, de tantos años enseñando de muchas maneras.
Los hilos del cariño bordaron sus caminos, y a la vuelta del tiempo se convirtieron en empresarias, directoras de escuelas, locutoras o maestras por siempre.
¿Cómo se reagruparon para mantener sus hilos de amor…?
Yulex Hernández Tejeda es una mujer emprendedora, con un pequeño negocio de impresión y encuadernación de tesis. Su establecimiento está ubicado en el Instituto Superior Pedagógico José Martí, labor que le permite seguir de esa manera vinculada al magisterio. Ella es una suerte de tesorera e historiadora de este grupo. Según comentó, durante la pandemia comenzaron a contactar y escribirse entre ellas, con la esperanza de darse un abrazo cuando retornaran a la normalidad.
Y así fue. No sólo se localizaron las que acudieron al encuentro, también las que viven en otras latitudes se sumaron a la hermandad y cada visita a la tierra natal es motivo para una nueva reunión, en las que reviven recuerdos y experiencias; pero, sobre todo, comparten familiaridad y deseos de educar en cualquier circunstancia de la vida.
Miles de anécdotas tienen para compartir, tanto alegres como conmovedoras, pero Yulex no puede seguir contando, pues su voz se corta y las lágrimas afloran.
Ya estaban seis de las profesoras cuando, un toque en el portón de entrada, trajo una pausa en nuestro diálogo: llegó la más alegre del grupo, Mariela Antúnez Gutiérrez (especialista en gastronomía/ Lago de los Sueños). Vino toda mojada, pues aunque la lluvia no se detenía, Mariela estaba decidida a poner su toque de humor al encuentro.
Quién propició este encuentro de hoy
La locutora y cantante, Yamilka Bárbara Echavarría, hace unos días me pidió reunirnos, para que con una crónica recogiera el sentir de algunas de sus compañeras, al celebrar el 30 aniversario de su graduación. Ella, deseaba traer a la luz algunas historias de maestros, las cuales vale la pena compartir; sobre todo, de aquellos que desde sus aulas forman el futuro de la patria. Ante tal invitación no pude resistirme.
Herencia que vale oro
Para algunas ser maestras es una herencia familiar que se lleva en el corazón, con orgullo, las 24 horas de cada jornada. Tal es el caso de la maestra ambulante Yanisleidys Hernández Arencibia, con emoción recuerda a su madre dando clases y se ve en aquellas aulas junto a ella, donde muy pequeña descubrió su amor por tan noble profesión.
Hace un tiempo le dieron la tarea de educar a pequeños con enfermedades que limitan su asistencia al aula, y desde entonces va a sus casas y les lleva la luz del conocimiento y la alegría. Esa experiencia la llena de gran satisfacción.
También, para Juana Carnesolta Sánchez (orientadora del Distrito PCC Cándido González), Juanita, como le llaman desde el cariño, la pedagogía le viene en la sangre. Ella ve en sus capacitaciones sobre historia local, una manera especial de acercar a los dirigentes a esas bellas hazañas que realizaron nuestros coterráneos por la libertad, y que no están en todos los libros. Al contarlas trae al héroe, los sucesos, la batalla, hasta el salón.
De las que siguen tiza en mano frente al aula, tanto Miriela Torres Fernández (directora Escuela Primaria Josué País) como Noreida Martínez Duany (secretaria Docente Escuela especial Héroes del Moncada), comparten la satisfacción de tener alumnos ya graduados de maestros, ingeniero y médicos, que aprendieron sus primeras letras en sus aulas; satisfacción que no se compara con nada. Por eso, asevera Miriela, que no se imagina en otra profesión.
Otras maestras de esta graduación ven su carrera como la puerta que abrió su camino a otras profesiones. Así lo sienten Yamilka como locutora, que con amor y dulzura enseña a los oyentes; Mariela, desde un centro gastronómico y Lérida Toledo Nápoles, desde su labor en la industria Geo-Minera, quien no pierde tiempo en compartir aspectos de cultura general con los más jóvenes de la empresa.
Mis impresiones
Creo haberles dado una idea de estas mujeres, que esta tarde gris me permitieron ver los colores y matices que acompañan a un maestro de corazón.
Son muchas más las que celebran sus bodas de Perlas y forman parte del grupo, no todas residen en la ciudad, pero gracias a las nuevas tecnologías y la insistencia de una de sus colegas lograron reencontrarse, desde que sus vidas se unieran en la Escuela Formadora de Maestros, hace 30 años atrás.
A la vuelta de tanto tiempo, la superación y la fraternidad caracterizan a estas maestras de alma. Como la gran familia que son, se apoyan en sus penas y alegrías, buscan cada encuentro como vitaminas para el espíritu y, sobre todo, comparten el orgullo de ser camagüeyanas, el regocijo de mantener el corazón joven. Ellas aseguran que, si hubiera otra vida… igual regresarían como maestras.