Esta es la crónica que un periodista no quiere escribir, pero es la que debe quedar sobre el papel, aunque no quisiera que fuera real. Eusebio Leal Spengler, el Historiador de la Habana y de toda Cuba, ha hecho una pausa en su andar por castillos y plazas para irse a la eternidad.
Hace algún tiempo las redes sociales habían difundido noticias falsas sobre su muerte. Este 31 de julio cuando abrí mi página de facebook y supe la terrible noticia, quise creer que era otra mentira y que Leal, como su saber y amor por la patria sería eterno, pero era cierto; se había despedido de su amada tierra.
Sus tantas virtudes
Hay tantas razones para admirarlo que voy a escribir las más sencillas, las que como él, carecen de vanidad y lo hacen más cercano a los camagüeyanos.
Cuando aún no era la Cronista de la Ciudad y trabajaba como periodista cultural de Radio Camagüey, en cada Simposio de la ciudad por las celebraciones de su aniversario, si algo no me perdía en el apretado programa de la jornada; era la conferencia ofrecida por el Doctor Eusebio, que daba apertura al evento. La impartía de modo informal y de pie en el patio de la sede de la Oficina.
Aquel espacio quedaba pequeño para las personas que desbordaban el lugar, no solo intelectuales o arquitectos, muchos vecinos de la plaza del Carmen y del centro histórico asistían a disfrutar de su verbo admirable, ese que enamoraba y hacía brillar nuestra historia acentuando el orgullo por la identidad.
Un viejo anhelo
En el aniversario 505 de la fundación de la otrora Villa de Santa María del Puerto del Príncipe, el pasado año, pudo acompañarnos y ofrecer un diáfano intercambio en el teatro principal, al hacer la entrega del Premio Alarife Público.
Un viejo anhelo de los citadinos desde el aniversario 500, fue cumplido con la conferencia del Historiador de La Habana, Dr. Eusebio Leal, quien con su modo natural y sencillo de siempre, franqueó todo tipo de barreras, bajó del escenario para estar frente a frente con su público y hablarle a todos desde el corazón.
Con su plática siempre amena y sentida, recordó el valor de nuestra historia local, la valía de Ignacio Agramonte y la Primera Constitución de la República en Armas, que nació en Guáimaro bajo la guía de los camagüeyanos; además elogió el esfuerzo de todos para las obras que han dado nueva imagen a la ciudad, mientras instó a preservarla en el tiempo.
Algo especial
Los grandes hombres nunca se marchan, sólo hacen una pausa en su andar para retomar el camino, esencia que nos dejó muy clara Eusebio al inaugurar el Castillo de Ataré, donde se mantuvo sentado y dijo que para nada estaba vencido, solo sentía la fatiga por tantos años de existencia, pues sospechaba que en otra vida trabajó en la construcción del propio castillo.
Hoy, al saber que no lo tendremos más físicamente y que su espíritu se eterniza en las bellas obras, quiero pensar que su alma seguirá acompañándonos en cada castillo y plaza de la Capital o cerca de la cúpula dorada del Capitolio, el que le resultaba una corona para Cuba, la corona de la unidad que nos hace una nación especial.