¡Perla del mar! ¡Estrella de Occidente!
¡Hermosa Cuba! Tu brillante cielo
la noche cubre con su opaco velo,
como cubre el dolor mi triste frente.
¡Voy a partir!. . .
¡Adiós, patria feliz, edén querido!
¡Doquier que el hado en su furor me impela,
tu dulce nombre halagará mi oído!
¡Adiós!. . . Ya cruje la turgente vela. . .
El ancla se alza. . . El buque, estremecido,
las olas corta y silencioso vuela.
Hermosa Tula no estés triste, ni mil kilómetros ni profundas olas te apartarán de tu Cuba, tu alma valerosa de gentil camagüeyana fortifica sus raíces para alimentar a las flores del árbol de la vida que plantaste en tu amada tierra.
A más de dos siglos de distancia vuelves a resplandecer con el talento que te llevó a ganar un puesto en la Real Academia de la Lengua Española aun cuando las contrariedades de la época te lo negarán por el sólo hecho de ser mujer.
Gertrudis, rompiste los moldes convencionales, impusiste carácter y temperamento, irradiaste con fulgores de sol páginas encendidas de pasión, amaste, fuiste mujer ante todo.
Y hoy escribes en tu comarca de pastores y sombreros una nueva historia que no es precisamente Sab ni versa acerca de la esclavitud, el tema central de esta novela que mueve a tu pluma habla de Camagüey, de la tierra que siempre llevaste prendida en el corazón.