Honra martiana al Mayor Ignacio Agramonte: la Asamblea de Jimaguayú

Foto: Archivo OHCC
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Pasara lo que pasara en el curso de la Guerra de Independencia de 1895, el Mayor General José Martí Pérez vendría al Camagüey al escenario donde había caído en combate el Mayor Ignacio Agramonte Loynaz, el domingo 11 de mayo del año 1873. Así lo habría fijado secretamente el Delegado del Partido Revolucionario Cubano en compañía del Mayor General dominicano Máximo Gómez, al dejar rubricado en Santo Domingo el histórico Manifiesto de Montecristi.

Tras el riesgoso desembarco de la dirección de la lucha en Playitas de Cajobabo, por el Oriente de Cuba en abril de 1895 -noche tempestuosa de mar agitado y de rocas amenazantes-, Martí mantuvo inquebrantable esa convicción. Había que darle forma jurídica a la naciente República en Armas, hacer valer el Estado de Derecho, organizar de modo equilibrado los poderes civiles y militares, anunciar al mundo la legitimidad del proceso de luchas de emancipación cubana.

Jimaguayú debía sumar más gloria a su tierra con el arribo de Martí y Gómez, sin embargo, el destino de la lucha armada impidió ese privilegio debido a la muerte prematura del Apóstol en Dos Ríos. A pesar del desastre, la Asamblea constituyente de Jimaguayú, eligió al Gobierno de la República en Armas. La convención se efectuó entre los días 14 y 18 de septiembre, sobre las ruinas del viejo campamento mambí y de la Academia de instrucción militar en la que el Mayor Agramonte llevara a cabo el entrenamiento riguroso de sus oficiales y soldados.

En Jimaguayú, a diferencia de la Asamblea de Guáimaro, tuvo un peso decisivo en los debates la estructuración del Gobierno que se establecería y sus atribuciones. Así lo habían pensado que ocurriera Martí y Gómez. Sin dudas, los diputados en sus  deliberaciones reflejaron un saldo cualitativo mayor respecto al contenido y a la forma de los debates efectuados en la constitución precedente de Guáimaro, ya que el mecanismo de poder resultante logró adecuarse más a las condiciones de la guerra, al otorgársele al Consejo de Gobierno funciones ejecutivas y legislativas, y dejar libre de decisiones al General en Jefe la dirección de la guerra. Volvía a triunfar el pensamiento de Martí. Vivo el Mayor Agramonte hubiera recibido el abrazo de José Martí y de Máximo Gómez, que tan sentidamente le admiraron y reconocieron sus méritos y proezas militares.

En Jimaguayú se legisló con mesura y sabiduría mambisa, ratificándose por los diputados como General en Jefe del Ejército Libertador al Mayor General Máximo Gómez Báez y Lugarteniente General al Mayor General Antonio Maceo, a la par que se proclamó y ratificó la absoluta independencia de Cuba, sin dejarse espacios posibles a la intromisión oportunista de terceras naciones en el conflicto con España.

Vale saberse que en ocasión de celebrarse la Séptima Sesión Extraordinaria y solemne de la Asamblea Provincial del Poder Popular en Camagüey como homenaje al centenario de la Constitución de Jimaguayú, fecha para la que fue restituido el uso oficial del Escudo de la Provincia, diseño que fuera realizado por el maestro camagüeyano y capitán del Ejército Libertador Ángel Hernández Navarro, en 1926.

Presidida por el miembro del Buró Político del Partido Comunista de Cuba y Presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular Ricardo Alarcón de Quesada, el pleno de la legislatura camagüeyana en el Acuerdo Nº 120─VII, del segundo Por Cuanto del Acta Nº 7, de 13 de septiembre de 1995 señaló: “Los potreros de Jimaguayú resultan ser un sitio de alto valor histórico para el país y en particular para nuestra provincia, condición hoy más que nunca reconocida por nuestro pueblo que justamente lo identifica como un lugar que merece ser conocido y visitado, tanto por los que vivimos en estas tierras camagüeyanas, como por nuestros huéspedes e invitados.”

Al igual, el primero de los, Por tanto, en el mismo Acuerdo Nº 120─VII, refiere promover el conocimiento y veneración sistemática del sitio mediante su utilización en actividades que por su relevancia así lo ameriten; también lograr su mantenimiento, conservación y mejoramiento del sitio y su entorno.

Al lugar de honra permanente al Mayor Agramonte se debe acudir también a agradecer a nuestros primeros legisladores que pensaron y diseñaron nuestro Estado de Derecho, que cimentaron las columnas de nuestra democracia y libertad plena; y aunque físicamente no estuvo por impedírselo la muerte, a José Martí, el alma de la Revolución de 1895.

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