Mientras la provincia era atravesada por las columnas invasoras de Camilo y Che a principios del mes, y la lucha clandestina se incrementaba en las ciudades, en las llanuras del Cauto se formaba una columna que tendría como teatro de operaciones la provincia de Camagüey: la columna No. 11 “Cándido González”.
Al frente de ésta el Comandante en Jefe designó al capitán Jaime Vega. Fidel, en la reunión que sostuvo con el jefe de la columna y el pelotón que inicialmente la integró, en el campamento de Santo Domingo, explicó la misión a cumplir, así como las dificultades y peligros que tendrían que enfrentar; recalcando que por estas razones no podían coger vehículos en su tránsito y que debían cuidarse de la aviación enemiga, para así evitar riesgos innecesarios.
Con su habitual forma de conversar con los combatientes y demostrarles su confianza, Fidel les hizo saber que muchos podían caer en el cumplimiento de la misión, pero estaba seguro de que los sobrevivientes la cumplirían.
El 8 de septiembre la columna partió de la Sierra Maestra y el 22 de este mes entró al territorio, había recorrido para entonces 200 Km en 15 días, por un territorio escasamente poblado y con poca vegetación.
Llegaban a Camagüey sin el factor sorpresa, pues el ejército de la dictadura venía siguiendo sus movimientos utilizando la observación aérea, desde su localización a partir de un incidente en el entronque de Las Margaritas, en la actual provincia de Las Tunas. Además, el paso de las columnas invasoras de Camilo y Che había originado la concentración de tropas y el incremento de la represión a los campesinos, en la ruta que ellos debían seguir.
El jefe de la columna hizo contacto con el coordinador del M-26-7 en el central Francisco (llamado luego Amancio Rodríguez), el Dr. José Iglesias, a quien, entre otras cosas, le pidió conseguir y ubicar en un lugar adecuado algunos camiones para trasladarse.
Esa noche inició la marcha rumbo al batey Sitio Viejo, ubicado junto a la línea del ferrocarril que unía al central Francisco con el puerto de Guayabal. Por el camino conocieron que el ejército estaba emboscado en esa dirección y extremando las medidas de seguridad llegaron al lugar.
Después de explorar, tratando de ubicar las emboscadas, tomaron los vehículos que ya el Movimiento había situado en el sitio convenido y se dirigieron a San Miguel del Junco, distante unos 40 Km al oeste, adonde llegaron al amanecer del día 26. Los vecinos del Batey, donde habían estado Camilo y Che, acogieron a la tropa con grandes muestras de hospitalidad.
Ese día se conoció que el enemigo se movía hacia ese lugar, por lo que se ordenó situar una emboscada en el camino de acceso y se sembró una mina de 25 libras de explosivos. Aproximadamente a las 4:00 pm la escuadra rebelde que mantenía la emboscada se puso en estado de alerta, al escuchar el ruido de una columna de camiones. Su jefe, Aldo Ruiz, tomó el explosor y esperó a que el primer camión estuviera sobre la mina: la explosión levantó el camión con sus ocupantes en medio de una nube de polvo y humo.
En este primer combate con el enemigo se le ocasionaron tres muertos y cuatro heridos. Pudo haber sido un golpe contundente al ejército en el territorio, pero en el plan del jefe no estaba previsto entablar combate hasta llegar a su zona de operaciones, y sólo la persistencia del ejército lo obligó a ello. A la columna llegaba información del movimiento de las tropas enemigas; dos combatientes de Macareño (antiguo central Macareño, actual Haití) , incorporados ese día, informaron que el Ejército Rebelde había ubicado emboscadas en los caminos que comunicaban la zona con la carretera Camagüey -Santa Cruz del Sur.
En la madrugada del 27 de septiembre de 1958, una máquina y cuatro camiones conducían a la columna No. 11 “Cándido González”. Al cruzar la línea férrea cerca del batey Pino 3 el auto con la jefatura de la columna se detuvo, acción que fue imitada por los cuatro camiones que lo seguían, en ese momento, el supuesto guía, que iba a caballo, rebasó la máquina a todo correr gritando “candela al jarro”.
Se escuchó un primer disparo y luego un fuego cerrado de fusiles automáticos desde un almacén de abono, y a lo largo de un campo de caña que bordeaba el camino; sin dudas habían caído en una emboscada.
En medio del ataque no existió un mando organizado de la fuerza rebelde, ya que en la máquina viajaba el jefe de la misma y los principales oficiales habían rebasado la emboscada. Algunos de los jefes de pelotón y escuadras en medio del combate trataban de hacerse oír, dando órdenes de recoger los heridos y retirarse hacia el monte.
En la mañana del 27 de septiembre los integrantes de la tropa que habían escapado de la emboscada entre ellos algunos heridos se encontraban en los montes de Laguna Grande. En Pino 3 había quedado más de una veintena de cuerpos esparcidos entre los camiones, el terraplén o entre los árboles aledaños a éste.
El 17 de octubre de 1958 en el comunicado que analizaba la situación militar, Radio Rebelde informaba lo ocurrido en Pino 3 y afirmaba: “Los reveses hay que publicarlos también, porque de ellos se derivan lecciones útiles, para que los errores que cometa una unidad no los cometan otras, para que el descuido en que pueda incurrir un oficial revolucionario no se repita en otras oficiales […]”.
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