Aniversario 140 del descubrimiento por Carlos J Finlay del agente transmisor de la fiebre amarilla

Foto: Archivo OHCC
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Carlos J. Finlay, reconocido como “benefactor de la humanidad”, debe este título a su descubrimiento del agente transmisor de la fiebre amarilla por un agente intermedio, expuesto el 18 de febrero de 1881 en su condición de representante del gobierno colonial, en un auditorio de especialistas, reunido en la Conferencia Sanitaria Internacional de Washington y ante la alta comunidad científica;  abriendo, con su descubrimiento  nuevos caminos a la ciencia al dar  inicio a una nueva rama: la entomología.

No fue fácil la batalla que debió librar el sabio cubano durante veinte años en el plano científico para obtener el reconocimiento a su teoría. Durante la ocupación estadounidense en Cuba, en 1898 el doctor Finlay se dirigió a los oficiales, a la Sanidad Militar y a la prensa médica de los Estados Unidos y propone un plan de lucha contra la fiebre amarilla.  Sus resultados eran tan contundentes que las ideas fueron aprobadas, después de fracasar todos los intentos por la parte médica estadounidense. Gracias a sus investigaciones se libró de una muerte segura a millones de ciudadanos de países con latitudes tropicales e, incluso, se pudo concluir las complejas construcciones del Canal de Panamá, que se vieron seriamente afectadas por esta enfermedad.

La claridad de los hechos históricos era evidente, no obstante, el gobierno de los Estados Unidos trató de escamotear la victoria científica del eminente médico cubano. La Fundación Rockefeller, instituciones estadounidenses encargada de valorar los principales éxitos científicos del mundo, promovió una campaña para otorgar al médico Walter Reed la primacía del descubrimiento. Al fin, se hizo justicia en el XIV Congreso Internacional de la Historia de la Medicina, en el cual se declaró definitivamente que “sólo a Finlay corresponde el mérito de este descubrimiento”.

Hoy al cabo de 140 años, esos valores se mantienen inclaudicables en épocas diferentes para orgullo de los cubanos, a través de la obra de las nuevas generaciones de profesionales de la ciencia, fieles al legado de Carlos J Finlay.

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