A los que hacen ciencia con amor

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Hace poco conocí, pues no lo sabía que cada 25 de septiembre se conmemora el Día Mundial del Farmacéutico, y entonces me vino a la mente el recuerdo de alguien a quien le agradezco mucho, pues hasta me enseñó a inyectar, algo que me ha servido de mucho por lo útil que resulta.

Haciendo historia

Aquí en nuestra ciudad, en la calle San Esteban u Oscar Primelles, como se le quiera llamar, en el número 466, entre Lope Recio y República; vivía hace muchos años, un señor llamado Joaquín Núñez, alguien que fue muy renombrado por la zona y respetado, pues era un farmacéutico connotado y del que numerosos vecinos nos valíamos de sus servicios con frecuencia, pues nos daba consejos médicos e inyectaba a más de una persona sin interés alguno, a cualquier hora que se necesitara.

Imprescindible labor

En estos tiempos en los que el país le debe tanto a estos hombres y mujeres que se dedican a esta ciencia y que a diario han consagrado sus vidas a la fabricación de medicamentos, candidatos vacunales, vacunas propiamente, entre otros, creo siempre le estaremos en deuda, pues sin su inteligencia y labor dedicada que han resultado imprescindibles, no habría sido posible mostrar los logros que hoy poseemos.

Por eso cuando supe de esa dedicatoria, me alegré, pues para mí que he tenido la posibilidad de visitar al Centro de Genética y Biotecnología aquí en nuestra ciudad, y se de la consagración que los asiste, me dije: qué bueno, porque detrás de cada frasco, de cada blíster, de cada ámpula, se encuentra el pensamiento de estos seres maravillosos.

Entonces recordé también que ese buen señor, del cual comencé hablando en este comentario, hacía versos y un día me recitó estos que hoy les dejo y por qué no, se los dedico a esos que en muchas ocasiones se visten de azul, en sus labores diarias:

 

Vestida de azul saliste ,

 a competir con el cielo ,

que también hay en el suelo,

cielo que de azul se viste.

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