Adolfo Silva Silva, un periodista embrujado por la profesión

Foto: José A. Cortiñas Friman
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Fue en septiembre de 1970 cuando quedó hechizado por el periodismo en los estudios de Radio Cadena Agramonte. Él asegura que ha sido feliz bajo esa magia que por más de 50 años rige su vida.

Adolfo Silva Silva, reportero de la Agencia Cubana de Noticias (ACN), cronista, profesor, seguidor de la obra de Guillén, investigador, amante de los misterios de su Camagüey, honra hoy nuestra crónica.

Silva

Su mayor tiempo de trabajo fue en la Agencia Cubana de Noticias, antes conocida por las siglas AIN. Allí prestó servicios en defensa de la inmediatez de la noticia durante 42 años, hasta jubilarse, pero no retirarse; pues continúa impartiendo clases a las nuevas generaciones.

Adolfo es el anfitrión de una peña dedicada a la literatura en la Fundación Nicolás Guillén. También emplea parte de su tiempo en escribir textos relacionados con sucesos históricos y patrimoniales, que a su juicio no deben olvidarse.

De ahí supongo que le brota la admiración por la obra del Poeta Nacional, a quien ve como un periodista sensible -que escribió con sencillez y naturalidad para cualquier público, pero que nunca se olvidó de su pueblo y sus orígenes.

El profe

Varias generaciones de periodistas hemos pasado por sus aulas. Gracias al profe Silva aprendí el valor de la síntesis para determinadas noticias. Aún recuerdo con todos los detalles su clase sobre el lead informativo y un ejemplo que nos trajo con la noticia que anunciaba la muerte de Abraham Lincoln, en 1865 tras un disparo. Aquella clase que tanto le agradezco acompaña mi trabajo hasta hoy.

Pero tiene mucho más para mostrar a sus alumnos, pues defiende la pasión por el trabajo como una regla dorada del periodista. “Si no se pone el corazón en cada reporte y se busca de manera creativa la parte humana y sensible de cada historia, cumples el trabajo, pero no llegas a las personas, que es a quien nos debemos”, asegura él.

Sin pasiones nada vale. Por eso, con todo el entusiasmo que le habita, quiere dejar un mensaje a los más jóvenes del gremio. No es una clase de técnicas periodísticas -dice- sino una enseñanza para la vida: “Un periodista no debe olvidar nunca a su pueblo ni a su gente. Un periodista que no ame a su pueblo está fracasado”.

Por eso, antes de despedirnos, le pregunto qué representa la ciudad de Camagüey para él; e inmediatamente, responde: “No me imagino viviendo en otro lugar, es todo para mí y nadie puede quitarlo de mi corazón”.

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