Nuestro Nicolás Guillén quizás haya sido el único autor latinoamericano que usó el nombre original de diversas regiones africanas, como gentilicio:
Yoruba soy,
cantando voy,
llorando estoy,
y cuando no soy yoruba,
soy congo, mandinga, carabalí.
Recordando todo eso que podemos ser, debido a la presencia africana en nuestra sangre mestiza y en toda la cultura, nos acercamos a una familia camagüeyana de raíces Mandinga, que lleva con honor su herencia africana.
Asentamiento
En una noche calurosa de mayo, nace una conversación diáfana con nieta y bisnieta de una de las etnias más populares de África, asentadas fundamentalmente en Matanzas, de allí vinieron al central Jaronú para buscar empleo y luego llegaron hasta la Vigía, donde desde la década del 60 del pasado siglo se establecieron, para solventar a los hijos durante el tiempo muerto de la zafra.
Génesis de los Mandinga
Vale señalar que Los mandinga o mandé, son un grupo étnico con una lengua y tradiciones singulares, que habitan en Gambia, Senegal, Malí, Sierra Leona, Liberia… Un grupo significativo de los afrodescendientes americanos proviene de los mandingas, pueblo vigoroso y culto, cuya lengua se expande hasta el río Níger. La palabra Mandinga viene de mandi (quiere decir en su lengua hijo de madre).
Los que provienen de la región de Jovellanos y otros poblados matanceros fueron acogidos y bautizados por un patrón de apellido Sotomayor, de allí el que hoy lleva esta singular familia.
Martha Sotomayor
Ella es la hija de Dionicio (conocido por Bacallao), era el mayor de los hijos nacido en Cuba, vino desde Jovellanos en busca de trabajo fijo junto a su padre mandinga y otros hermanos. En el central el padre llegó a ser pesador y Bacallao el maquinista del Central, durante el tiempo muerto también manejaba el tractor y araba los terrenos, donde sembraban caña para la próxima molienda.
La locomotora del central que por más de 30 años dio sustento a su hogar, hoy se encuentra en el patio del Museo Ferroviario para beneplácito de sus descendientes.
Según nos cuenta Martha, su padre era un hombre muy recto, de valores muy claros sobre la familia, el amor y hacer el bien a todos.
Como un gran secreto guardó sus credos y se dedicó a trabajar y educar a los hijos, para que fueran personas de bien, que, sin mediar religión alguna, aportaran a su patria con el trabajo honrado.
Bajo esos preceptos, que también abrazaba su esposa Josefina Lubín, crecieron Martha (ingeniera Hidráulica y traductora de ruso) Lucia quien es Licenciada en Enfermería y fue profesora del Instituto de Ciencias Médicas por muchos años y el varón de los descendientes ingeniero de aviación.
Durante nuestra conversación con Martha mucho encontramos de sus raíces, pues recuerda las visitas del resto de los primos y tíos a Jaronú y luego a Camagüey, los consejos de familia para requerir a algún sobrino que estaba descarriado y las ceremonias religiosas, que a ellos no les permitían participar, solo en las visitas a la capital lograron acercarse y descubrir lo hermoso de un bembé o de una petición por la salud.
Actualmente se mantiene cercana a su numerosa familia y siempre está presta a ayudar en lo que sea necesario.
Lazos de amor
La doctora neurocirujana Yanmara es la hija de Martha, desde que comenzamos estaba escuchando, ella tiene lindos recuerdos de los abuelos Bacallao y Josefina, pues mientras su mamá y la tía trabajaban, ella estaba en casa y observaba la elaboración de tres dulces, especialidad familiar, que por el valor de 5 centavos se vendían a los niños del barrio y eran muy populares, hasta hoy los ya crecidos vecinos, recuerdan aquellas delicias de coco y maní, que en forma de pirulí o de turrones endulzaban los días.
La nieta, como especialista tuvo la dicha de cumplir misión en el estado africano de Gabón, con alegría cometa sobre los cantos y bailes, la comida y educación de aquellos pobladores que hubiera querido mostrarle a su familia, asegura que en esas personas encontró muchas cosas en común con las nuestras y disfrutó del colorido de su vegetación, de las puestas del sol y de la armonía y respeto en que viven animales y personas.
Los lazos de amor y de sangre que unen a Yanmara con sus raíces, le permitieron curar a los necesitados en aquella lejana y hermana nación. Los valores heredados de su abuelo Bacallao allí estaban presentes.
Secretos
Ahora Martha está pensativa, una lágrima de añoranza nos avisa que recuerda algo más. Cuando falleció su padre, ya cercano a los 100 años, ordenado su armario encontró el secreto de su fe, una imagen de San Lázaro.
Desde entonces cada 17 de diciembre va hasta la iglesia dedicada al santo y deja flores y velas, allí pide por la salud de sus familiares y amigos y sabe que su viejo le agradece la desobediencia, pues, aunque no les lego sus creencias, pedir por todos es lo correcto.
Orgullo de su raza
Hija y nieta exhiben con orgullo su color moreno y su cabello rizo, la doctora lleva sus crespos sueltos y Martha los recoge con un pañuelo de flecos, que le dan un sello distintivo de elegancia.
Para ellas tener sangre del continente olvidado es un honor, sienten pena por las guerras y desigualdades que allá acontecen y con toda humildad volvemos al poeta:
cuando no soy yoruba, soy congo, mandinga y carabalí.