Los tiempos que vivimos hoy son difíciles para todos, la humanidad se ha visto afectada por la COVID-19, todo esto nos hace que nos replanteemos cada día más nuestro accionar y no dejemos pasar por alto hechos que marcaron nuestra historia como es el aniversario 147 de la caída en combate del Mayor General Ignacio Agramonte y Loynaz, hombre que con solo 32 años dio su vida a cambio de la libertad de Cuba.
Nacido un 23 de diciembre de 1841 en la casona marcada con el número 5 en la ciudad de Puerto Príncipe, hijo de una familia con una posición económica próspera se desarrolló como un estudiante ejemplar en su etapa estudiantil. Se licenció de Abogado en 1865.
Ya para 1866 inicia sus relaciones amorosas con la camagüeyana Amalia Simoni Argilagos con la cual compartió su corta vida y un epistolario hermoso.
Como oficial mambí Agramonte fue uno de los más destacados en su labor militar, a pesar de no haber estudiado una carrera de ese corte, su caballería se destacó en el territorio cubano por la disciplina y organización.
Dirigió personalmente numerosos combates y derrotó a las fuerzas enemigas, ejemplo de esto fue el rescate del brigadier Julio Sanguily Garrite, en el que con más de 30 hombres se enfrentó a la tropa española logrando su objetivo.
El 11 de mayo de 1873 la caballería de El Mayor se prepara para un combate que dejó un mal sabor para el pueblo cubano, como diría el Generalísimo Máximo Gómez: ” Cuba perdió a uno de sus más entendidos y valiosos soldados…”
La estrategia que tenía concebida era golpear a una fuerte columna española al mando del Teniente Coronel José Rodríguez de León, el cual ya tenía estudiado el actuar de El Mayor debido a lo sucedido dos días antes en el Cocal del Olimpo.
El combate que se realizó en el Potrero de Jimaguayú, el cual tenía una forma de trapezoide de más de 30 caballerías de un terreno, en su mayoría sembrado de hierba de guinea que se levantaba bien tupidas por más de dos metros, estas cubrían a un hombre a caballo e imposibilitaban divisar la infantería, el combate duró casi una hora.
Después de dar órdenes para que parte de la caballería saliera del teatro de operaciones, El Mayor realiza un nuevo intento de provocación a la caballería española y encabeza una carga acompañados de pocos hombres contra un flanco de la infantería enemiga.
A última hora, se adelantó el puñado de jinetes que le acompañaban y fue cuando un grupo de tiradores, camuflados entre la hierba alta, le dispararon a corta distancia, de frente y desde abajo impacto que lo derribó de su caballo Ballestilla. Un proyectil lo alcanzó en la sien derecha, le salió por la parte superior del parietal izquierdo y le causó la muerte instantáneamente.
Su caída en combate y la captura de su cadáver por la columna española fue un duro golpe para la revolución, sus restos fueron llevados a la ciudad de Puerto Príncipe donde oficialmente se identificó y certificó su muerte, el día 12 en la mañana.
Ya sobre las cuatro de la tarde las autoridades de la ciudad, temerosas de una revuelta por la connotación del mártir, condujeron en la más absoluta discreción el cadáver hacia el Cementerio donde procedieron a la cremación. Y cuenta la leyenda que sus cenizas fueron esparcidas al viento…


