Amor paternal por el rey de la selva

Fotos: José A. Cortiñas Friman
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Cada mañana Landy sale en su carro a buscar alimentos para sus tres leones, los jóvenes felinos de 5 años, nacieron en cautiverio en el zoológico camagüeyano y desde los tres meses de edad comenzaron a entrenarse para un espectáculo deportivo, que requiere mucho amor, constancia y pone en riesgo al entrenador.

Así, con medios propios se esfuerza para que sus tres grandes amigos estén bien cuidados, alimentados y saludables. Por eso con tanto orgullo nos muestra lo fuertes y limpios que lucen en su jaula central, donde hace algún tiempo se ofrece cada domingo la demostración.

La pasión por los animales y el gusto por el peligro, son dos sellos distintivos en la vida de Orlando Leiva Cardoso, el único domador de leones que tiene Cuba y que desde Camagüey sigue apostando porque esa distracción circense no se pierda para siempre.

Historia

Desde 1989 comenzó en esa aventura en el circo Areito y ya suma 30 años en el arte de domar fieras, pero desde sus inicios como trapecista, sentía atracción por los animales, que en aquel entonces eran atendidos por otros especialistas. Como vemos este señor es pura adrenalina.

Mucho logró con sus leones sin maltratarlos, imponiendo respeto y logrando una extraña relación de complicidad, sus maneras de hacer le valieron para experimentar con otras especies en países del caribe.

Sus vastos saberes en el oficio hacen que el público admire y reconozca a Landy, sobre todo, por el valor de entrar en una jaula con tanta tranquilidad.

El trabajo se detuvo al quedar sin carpa el circo y sin jaulas para los animales, el Consejo de las Artes Escénicas en coordinación con el gobierno en el territorio, se empeñaron en que le fabricaran el espacio que actualmente tienen emplazado en el Casino Campestre y regresó la atractiva propuesta, pero estática, ya no tienen el transporte para llevar su arte a los municipios.

Experiencia

Al mirar a este hombre de expresión bondadosa, no puedes imaginar cuanto valor encierra, pues entrar a una jaula con leones, es un acto desafiante, que disfruta por el amor que profesa a los animales.

Al hablar de ellos sus ojos se iluminan, muestra habilidades e insiste en que la doma es un acto de confabulación, no debe ser por la fuerza, ve normal que las fieras lo ataquen porque al entrenarlos está obligándolos a hacer algo que quizás no quieren, pero cuando logra mostrar el numero artístico y recibe el aplauso de los niños con ojos asombrados, su orgullo es mayor.

Cuenta que a veces los leones se ponen malcriados y desobedientes, porque las condiciones materiales, no siempre permiten el entrenamiento diario y aunque cada mañana viene a visitarlos y alimentarlos, perder la continuidad incide en la disciplina.

Un equipo de trabajadores atiende a los felinos con igual esmero, pero a su entrenador le gusta estar cerca.

Un recuerdo

Mientras pasamos la segunda cerca perimetral de las jaulas, para hacer algunas fotos, como un padre consentidor Landy habla con Gomero el jefe de la manada, mientras Cristóbal y Edy nos miran con atención, le pregunta que pasa y enseña su dentadura: ¿será una forma de saludo?

Me quedo quieta y dice…No pasa nada, te han aceptado de visita, ven tu tranquilidad y ellos no se sobresalta, parece que papá entiende su lenguaje extracorporal.

Encuentro poco feliz

El rostro de Landy se transforma…entonces confiesa una experiencia poco feliz, un accidente que lo dejó en estado grave por 9 días, en un entrenamiento con otros leones, hace algunos años.

Lo atacaron y la herida fue tan grande que dejó afuera sus intestinos, no sabe con claridad como logró salir vivo y llegar a cirugía. Por eso insiste en guardar distancia y no estar nunca solo con los animales, puede ser muy peligroso.

Sin embargo, eso no lo detuvo, la pasión es mayor que el susto y regresó a su trabajo, al recuperarse continúo entrenando a sus atacantes y la experiencia le valió para hacerlo mejor, lo que facilitó el nuevo proyecto con los actuales.

Sentimientos

Lady ama a los leones, tanto que su empresa no tiene transporte y en el propio busca comida, medicamentos y todo lo que haga falta para mantenerlos bien, confiesa que ha perdido matrimonios por dedicar tanto tiempo a sus animales.

En su vida ellos son muy importantes y no los dejaría abandonados nunca a su suerte, son como sus hijos más pequeños. De allí el estar preocupado porque no tiene relevo y quiere retirarse el año próximo, desea con mucha fuerza, dar continuidad a su obra, porque no concibe un circo sin animales.

Como les dije al inicio, Orlando Leiva es un hombre valiente y arriesgado, de una coraza dura, pero al llegar a su corazón, podemos sentir cuanto afecto atesora para el rey de la selva y los dos príncipes acompañantes: pido un aplauso para este artista del Circo Areito de Camagüey, gracias por regalarnos a niños y adultos tan singular espectáculo.

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