“Quien siente su belleza, la belleza interior, no busca afuera belleza prestada: se sabe hermosa y la belleza echa luz”.
Así aconsejaba José Martí a las féminas de su tiempo. Al acercarse el día de la Constitución de Guáimaro, vale repasar la vida de una camagüeyana, que dio luz y belleza a su tierra y nos procuró prestigio en aquella sagrada reunión.
La principeña que inspira a seguir su ejemplo y reclamó valor social para la mujer, fue sin dudas Ana Betancourt de Mora, quien convirtió su casa de la Villa en centro de conspiración. Arengó a los hombres, redactó proclamas de sus propios ideales, ayudó a las familias de los que se iban a la manigua dejándolo todo, y cooperó sin límites con la causa libertaria.
Ana Betancourt, tuvo la suerte de presenciar la Asamblea de Guáimaro, aunque desde afuera, pues las mujeres en esa época no podían participar, mucho menos opinar.
Ana pidió en ella, hacer uso de la palabra, para poner muy en alto el nombre del sexo femenino de Cuba. A través de su esposo hizo llegar el discurso a Ignacio Agramonte, quien era el Secretario de Guerra.
Carlos Manuel de Céspedes, que presidía aquella Asamblea, felicitó efusivamente a la emisora de la nota, que, adelantándose a su tiempo, abogó por los derechos que hoy a todas luces, posee la mujer cubana. En su misiva la voz reclamaba:
Ciudadanos: Aquí todo era esclavo, la cuna, el color y sexo, vosotros queréis destruir la esclavitud de la cuna peleando hasta morir, habéis destruido la esclavitud del color emancipando al siervo; llegó el momento de liberar a la mujer.
Así, en la primera Asamblea Constituyente aquel 10 de abril de 1869, alzó su voz sobre el papel, para manifestar su lucha por la emancipación del sexo femenino.
Al conocer todo esto, no puedo dejar de sentirme orgullosa por ser mujer y mi admiración por Ana Betancourt es tan antigua, que hace muchos años, de regreso de un viaje a Pilón, Granma; al pasar por Guáimaro insistí al chofer para entrar al sitio que guarda los restos de la patriota y rendirle tributo.
La Visita
Al pararme frente al obelisco, una extraña sensación me conmueve. Estoy ante una de las mujeres más entregadas a la patria, capaz de advertir en el tiempo lo mucho que podíamos aportar a la obra social y los justos derechos que merecemos.
Ana Betancourt es mi inspiración, siempre que escucho a un hombre olvidar estas ideas y querer hacer galas del machismo la invoco como una espada de luz y les recuerdo…Hace siglo y medio las mujeres fuimos redimidas por nuestra precursora, para darnos el lugar digno que conquistamos con nuestro actual, no lo olvides.
Ya se hace tarde y debemos regresar, La brisa y la sombra del sitio histórico ofrecen paz y espacio a la reflexión, me voy muy complacida de haber logrado esta pausa en el camino a casa, en la cercanía hay un árbol rodeado de flores en el suelo, recojo la más linda y la coloco en el muro. Ana esta es para ti, gracias por darnos fuerza para continuar creando con la dulce y delicada sabia femenina, que al decir del Maestro adorna las bellas obras.