Hace 176 años Antonio Maceo vino al mundo en la casita de Providencia no. 90 en Santiago de Cuba, en una época en que reinaba un racismo sin precedente en toda Cuba. Hacía más de medio siglo que “el miedo al negro” permeaba a la sociedad blanca cubana por las experiencias sufridas por los colonos franceses y los criollos haitianos durante la Revolución Haitiana.
Bajo estas premisas sus padres Marcos Maceo y Mariana Grajales supieron educar a sus treces hijos bajo estrictos principios éticos y de amor desmedido por su patria.
En la formación de su personalidad revolucionaria influyeron múltiples factores relacionados a su entorno regional y nacional, que le permitieron penetrar en los más acuciantes problemas de su época. Sus vínculos con el Gran Oriente de Cuba y las Antillas,; junto a las instituciones masónicas pertenecientes a ella también influyeron en Maceo. Estas y otras más le permitieron conocer las necesidades históricas de la nación cubana.
La rápida incorporación a la revolución dos días después del alzamiento del 10 de octubre de 1868, demuestran en su actuación las doctrinas revolucionarias adquiridas por él. Incorporado como soldado en la jurisdicción Cuba bajo las órdenes del capitán Juan Bautista, rápidamente Maceo ascendió por su destacada autoridad y prestigio militar alcanzado. El 20 de octubre ostentaba el grado de teniente y en enero de 1869 dos veces fue ascendido de grado;l 16 a comandante y el 26 a teniente coronel.
Hasta julio de 1870 el teniente coronel Maceo estuvo bajo la órdenes del mayor general Donato del Mármol. En este mismo año se incorpora a las tropas del mayor general Máximo Gómez para participar en la invasión y posterior campaña de Guantánamo al mando del 4 Batallón de la División Cuba. El 15 de octubre de 1871 Gómez lo nombra jefe de operaciones y en 1872 es ascendido coronel por sus actuaciones en el campo de batalla.
En 1873 el mayor general Calixto Garcia al frente de la División Cuba lo asciende con tan solo 23 años a general de brigada y en 1874 por sus méritos es nombrado jefe de las fuerzas villareñas para la invasión a Occidente. Los prejuicios raciales en primer orden y el regionalismo que no se lograban superar dentro de las filas libertarias obligaron a Maceo a renunciar al cargo y retornar al oriente para unirse a su antigua división.
En Maceo el respeto y respaldo a las instituciones establecidas en la República en Armas, así como sus decisiones, cuando no las compartiera o las considerara inadecuadas estaban dentro de sus principios, hasta tanto no afectaran el desarrollo de la gesta contarían con su respaldo.
Su oposición y desconocimiento a las sediciones de Laguna de Varona en 1875 propició su asenso dentro del pensamiento revolucionario cubano y a la de Santa Rita en 1877 lideradas por el mayor general Vicente García demuestran la firmeza de su actuar.
En mayo de 1877, un mes antes de cumplir los 32 años Antonio Maceo le era conferido el grado de mayor general.
La defensa de los principios de la revolución por Maceo fueron expresados en el rechazo al Convenio del Zanjón, ya que el documento desconocía los principios supremos de la lucha del pueblo cubano por casi diez años, la total independencia y la abolición de la esclavitud. Para ello desplegó una amplia labor dirigida a levantar el espíritu patriótico de los cubanos y de continuar la lucha, así se lo reafirmo a Arsenio Martínez Campos en la reunión de Mangos de Baraguá el 15 de marzo de 1878.
La labor desplegada por Antonio Maceo desde su salida de Cuba hasta su regreso definitivo a Cuba en abril de 1895 para incorporarse a la gesta organizada por José Martí y Máximo Gómez e iniciada el 24 de febrero fue extensa. Desde Jamaica, Nueva York, Honduras y Panamá conspiró, expuso su ideario antillanista y sus concepciones latinoamericanistas. Se unió a Gómez en el Plan San Pedro Sula, y dejando de lado sus antiguas discrepancias se incorporó a la Guerra Necesaria por el bien supremo para de la Patria demuestran el crecimiento político de Maceo.
Después incorporado a lucha y de haber realizado con éxito la Invasión a Occidente entre 1895 y 1896 cae en combate en San Pedro, Punta Brava el 7 de diciembre de 1896 el lugarteniente general, el “Titán de Bronce”, el héroe que en su cuerpo estaban las huellas de 26 heridas de balas recibidas en la participación de más de 600 combates.
Con su caída, se privaba la revolución de su recia personalidad, quien se hubiera convertido innegablemente en la defensa de la integridad nacional frente a la intervención norteamericana en Cuba.


