Por: Oreidis Pimentel Pérez
La discriminación y el racismo obligan a varias comunidades inmigracionales a crear asociaciones de ayuda mutua, casi fraternales, y cuando de grupos nacionalistas se trata la nación china siempre fue muy apegada a su idiosincrasia. Este es uno de los lógicos vestigios de agrupaciones barriales en varias ciudades de Cuba: aun cuando no pudiera hablarse de un barrio propio como el de Zanja, en La Habana, los chinos lograron cofradías alrededor de calles y plazas en otros lugares como Camagüey.
Antecedentes
Como antecedentes, los chinos fueron uno de los grupos de migrantes con mayor índice de masculinidad, de allí la proliferación del mestizaje posterior a su asentamiento. Con la crisis imperial en Pekín y las necesidades aquí de la economía de plantación, desde el puerto Amoy (hoy Xiameng) en 1846, fueron contratados y engañados los llamados culíes. El mayor traficante negrero de entonces, Don Julián Zulueta, fue el responsable del primer arribo; luego los comerciantes de Manila contactaron a las casas inglesas y mediante contratos de trabajo por ocho años fueron obligados al trabajo esclavo unos 40 000 individuos.
Su condición de hombres libres los hizo ser muy rebeldes, al extremo de incorporarse al cimarronaje o a la guerra por la independencia. La tropa de Ignacio Agramonte contó con un pelotón de chinos al mando de Baldomero Rodríguez y dos de sus oficiales, José Marrero y Bartolomé Fernández, eran chinos legítimos, a pesar del bautismo católico. Hoy en día esa marca la podemos encontrar en Camagüey en el monumento a los fusilados durante la Guerra Grande, en la Avenida Finlay, donde aparecen apellidos de mambises con ancestros en la tierra del dragón.
La migración china en el siglo XX
Después, en el siglo XX, otro contingente migracional llegó desde Estados Unidos. Chinos que habían ido a la costa Pacífica de Estados Unidos recalaron en Cuba en un número cercano a los 25 000. Esta vez eran comerciantes, cuyos pequeños negocios se hicieron famosos a lo largo y ancho de la Isla.
Sin embargo, no todos los inmigrantes fueron económicos, pues algunos figuraban desde mucho antes como perseguidos políticos, generalmente monjes budistas enemigos de la dinastía Chin, como el maestro Yang Pui, uno de los introductores del arte del San Soo en 1847; o en el caso del siglo XX varios partidarios del Kuomitang.
Asociacionismo
Por sus costumbre e idioma, la discriminación obligó a crear agrupaciones de ayuda mutua, como la Yi Kit Tong, para proveer a recién llegados y comerciantes de un espacio de resistencia y socialización. Ese tipo de sociedades fueron cada vez más numerosas e importantes en todo el continente, de allí el surgimiento del famoso barrio chino habanero, aunque el casino Chung Wah fue tal vez la sociedad con mayor pujanza.
En Camagüey, como en otras ciudades, la horticultura, la floristería, el expendio de alimentos en fondas, bodegas y los trenes de lavado fueron las ocupaciones fundamentales; en especial en la confluencia de las calles San Antonio, Lugareño, San Ignacio, Horca y el callejón de Masvidal, un china town sin la organicidad de otros sitios.
Como dato curioso, los chinos-camagüeyanos fueron ciudadanos que llegaron a realizar un desfile de la victoria, con la bandera de Chiang Kai-shek al finalizar la II Guerra Mundial. En el último de los mencionados callejones tenían su sede oficial con el uso de la actual insignia nacionalista, utilizada en el territorio en disputa de Taiwán.
Después, con la Revolución, la pequeña y mediana propiedad privada dejó de ser parte de la estructura estadual y se frenó lo que alguna vez fue un incentivo para la llegada de extranjeros, por tanto, el asociacionismo remanente debió tomar derroteros culturales y no económicos, en medio de la asimilación en nuestra idiosincrasia popular de sus prácticas culturales.