Aurelia Castillo nace el 27 de enero de 1842. Su familia, de gran prestigio social en su ciudad natal, la educa con el pensamiento más liberal para la mujer. Contrae nupcias con el Comandante de Infantería español Julián González, lo que no impidió su postura a favor de la independencia de Cuba.
Su esposo se manifiesta contra el fusilamiento del patriota Antonio Luaces Iraola, lo cual exaltó las iras y represalias del Brigadier español Ampudia. Su exilio forzoso, inicialmente en Santa Cruz de Tenerife y más tarde en Barcelona, le permitió seguir trabajando para la causa.
Vuelve a Cuba al finalizar la Guerra de 1895. Durante la República tiene una vida activa como intelectual, pues reafirma sus ideas éticas relacionadas con la verdadera independencia de Cuba. Muere en La Habana el 7 de agosto de 1920.
Aurelia Castillo se convierte en una de las plumas más representativas de la región y del país. Su obra se inscribe en diversos géneros como fábulas, cuentos, leyendas, críticas literarias, entre otros.
Las traducciones, libros de viajes y correspondencia con intelectuales y figuras públicas nacionales y extranjeras son imprescindibles para delinear la sociedad cubana del siglo XIX e inicios del XX.
Sus méritos literarios le permiten pertenecer a varias sociedades como representantes de las artes y letras. Asimismo, sus colaboraciones en El Fígaro, La Habana Elegante y la Revista Cubana denotan a la patriota culta y estéticamente actualizada.
Admiró de forma extraordinaria a personalidades del Camagüey, como Gertrudis Gómez de Avellaneda e Ignacio Agramonte. Su denuedo porque la sociedad y diversas generaciones conocieran sus méritos la condujo a redactar la biografía de La Avellaneda en 1886, escrito que le valió el premio en los Juegos Florales de ese año.
En 1914 acudió a numerosos amigos y coterráneos para solicitar ayuda con vista a la celebración del Centenario de la poeta y novelista cubana. De igual manera, en el texto de 1911, que tituló Ignacio Agramonte en la vida privada, muestra con una sensibilidad sorprendente al amigo, a su esposa Amalia y a otros camagüeyanos de forma tal que sus recuerdos se mezclan con las cartas de amor de la pareja, las anécdotas de compañeros comunes y las hazañas del guerrero, para devolver humanizado al héroe epónimo del Camagüey.
Para los niños escribió el libro Fábulas -impresas en Cádiz en 1879- enseñanzas permanentes a través de personajes humanos, de animales y objetos inanimados, con mensajes sobre valores y virtudes que deben acompañar a los más pequeños, válidos para la sociedad cubana actual. La segunda edición fue confeccionada en La Habana en 1910, a la cual se le añaden las Máximas y el Himno Escolar, que hacen el texto invaluable.
Comparto los juicios de la investigadora y Doctora en Ciencias, Olga García Yero- una de las estudiosas más importantes de la vida y obra de la autora- quien califica las Máximas como aforismos poéticos y cita una de ellas: «Primer signo de cultura/ es no hablar mucho de sí: / omitir el yo procura, / que sólo te importa a ti».
En las advertencias a sus bisoños lectores explica las correcciones realizadas, y la inclusión de nuevas historias como Heroísmos Ignorados, porque desea según sus palabras presentar «… un hermosísimo y verídico ejemplo de amor y anegación filiales, episodio de nuestra primera guerra de independencia, pensando que siempre lo verdadero, lo que ha sucedido, tiene más fuerza que lo ideado…».
El Museo Provincial Ignacio Agramonte atesora objetos personales de Aurelia Castillo, documentos, postales, y ejemplares de los textos referidos con anterioridad. Una arteria de la ciudad lleva su nombre, pero entre la toponimia citadina, los camagüeyanos no la identifican así. Un monumento a su memoria es de las deudas con las mujeres patriotas de la localidad.
Fuentes:
– Álvarez, L, Yero, O y Gómez, E. (). La Luz perenne.
– Castillo, A (1910). Fábulas.