Bandas regimentales del siglo XIX

Foto: Cortesía de la autora
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Por: Verónica Fernández Díaz

Debido a las tempranas actividades conspirativas en la antigua ciudad de Puerto Príncipe, el poder colonial decide reforzar su seguridad desde inicios del siglo XIX. Por ese motivo, llegan varias fuerzas regimentales que constituyeron también bandas de música. Entre ellas, la banda del regimiento de Cuba que, según el historiador Juan Torres Lasquetti, se crea en 1780 y es reemplazada por el Regimiento de León que llegó a Puerto Príncipe en abril de 1827. Esta banda del Regimiento de León estuvo integrada en su mayoría por criollos, e inició una época de brillantes en las celebraciones de San Juan y San Pedro.

A partir de la segunda mitad de la centuria aparece la banda del Regimiento de la Reina, que tuvo como músico mayor al señor José Ruiz en 1865 y a Francisco Matos Mondéjar entre 1868 y 1886. Esta banda ofrecía también serenatas, como la efectuada en 1864 al graduado teniente coronel don José María Velasco, quien fue luego jefe segundo de dicho cuerpo.

Otro de los músicos que dirigió esta banda fue el español Julián Reinó, quien durante su estancia en Puerto Príncipe dejó algunas composiciones musicales todavía conservadas en el fondo documental del Museo Provincial Ignacio Agramonte. Me refiero al paso doble titulado Las termópilas camagüeyanas, el cual defiende las acciones en que los españoles ganan a las huestes mambisas; de ahí su dedicatoria al brigadier Juan de Lesca y a “la valiente columna que pasó la Sierra de Cubitas el 23 de febrero de 1869”, según consta en la partitura.

Pese a ello, las bandas de música decimonónicas tienen elementos de identidad cultural que resultan interesantes en nuestros días. Uno de especial interés es la presencia de la mujer como compositora de música para el formato, aspecto que advierte Antonio Bachiller y Morales en su visita a Puerto Príncipe en 1838 cuando comenta: “Si el viajero quiere oír una música militar medio a oscuras puede dirigirse a las ocho de la noche […] a la plaza mayo la retreta […] Una especie sí debe llamar la atención: algunas de las piezas que ejecuta la música militar son compuestas por una señorita del país. Tuve el gusto de oírla tocar y también me cupo parte en el aplauso que justamente se le tributa”.[1]

Lamentablemente, no dijo el nombre de esta mujer y no se encuentran referencias a ello en otros documentos relacionados con las bandas regimentales conservados en archivos locales. No obstante, es un dato de indudable valor.

El común denominador de estas bandas regimentales fue que fungieron como academia de música, pues ofrecían educación musical -tanto la referida al aprendizaje del instrumento: posiciones, técnicas, obras, como a las asignaturas teórico – musicales útiles para entender lo que se ejecutaba- y tuvieron como actividad primordial las retretas ofrecidas entonces en la Plaza de Armas, hoy parque Agramonte, con un repertorio variado que comprendía partes de óperas, zarzuelas, géneros de la música tradicional como pasodobles, valses, mazurcas, danzones, habaneras, caprichos y de la música de concierto que era más popular.

La información contenida en periódicos de la época como El Popular, perteneciente a la Sociedad Popular Santa Cecilia y otros documentos, devela que estas bandas regimentales eran instituciones polifuncionales, ya que fueron usadas para acompañar procesiones religiosas y otras celebraciones de la iglesia.

También amenizaron bailes improvisados, que, según se desprende de la lectura de “Recuerdos de mi viaje a Puerto Príncipe”, del ya mencionado Antonio Bachiller y Morales, fueron denominados como bailes de retreta; así como su participación en serenatas y durante las corridas de toro comunes en aquella centuria.

[1] Antonio Bachiller y Morales: “Recuerdos de mi viaje a Puerto Príncipe” en Prosas cubanas, T.1, pp. 211-212.

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