La obra poética de la camagüeyana Brígida Agüero y Agüero, socia facultativa de la sección de literatura de la Sociedad Filarmónica, constituye un legado ineludible en la lírica cubana.
Si usted escucha que Camagüey es la cuna de la literatura cubana, inicialmente puede sorprenderse, acuñado en la memoria de sus habitantes y foráneos se encuentra el reconocimiento de la ciudad de las Iglesias y de los tinajones, ambos aspectos bien marcados en la urbe, pero no siempre es asociada por sus aportes a la literatura nacional.
Sin embargo, un estudio somero de las contribuciones en las letras desde Silvestre de Balboa Troya y Quesada, hasta los ejemplos más conocidos de Gaspar Betancourt Cisneros, El Lugareño, Gertrudis Gómez de Avellaneda, Aurelia del Castillo, Emilio Ballagas, Nicolás Guillén, entre otros, indiscutiblemente sitúan la región por mérito propio con ese calificativo.
Una mujer
Por otra parte, no han sido todas las plumas camagüeyanas visibilizadas en el ámbito literario, una de ellas, Brígida Agüero y Agüero, proviene de una de las ramas más antigua y distinguida del Príncipe, los Agüeros, posee una obra casi inexplorada, aunque aparece junto a otras voces femeninas en el Álbum poético fotográfico de escritoras y poetisas, 1868, de su coterránea Domitila García Coronado.
La historiadora Elda Cento Gómez en sus estudios de la familia Agüero, expresó «Parece que tenían una buena disposición para las letras pues hay entre ellos varios cultivadores de las mismas, incluso entre las mujeres». Idea que se puede aseverar con el quehacer literario de Brígida Agüero a pesar de su muerte prematura.
De igual forma se registran las veladas culturales, animadas tertulias hogareñas y la presencia de varios miembros de la familia en la Sociedad Filarmónica, en especial del poeta Francisco Agüero Duque y Estrada, “El Solitario”, padre de Brígida de quien heredó dotes literarias al igual que otros hermanos.
Sus primeros pasos
Nace la poetisa el 12 de mayo de 1837, reside sus primeros años cerca de la ciudad natal, bajo la tutela de sus padres recibe una educación esmerada, muestra sus inclinaciones hacia las letras desde muy joven. Posteriormente la familia se traslada hacia la villa, a raíz de las ideas liberales de su padre y otros familiares por ello sufren persecuciones por el gobierno español.
Con apenas diecisiete años recibe en la Sociedad Filarmónica clases de literatura, su valía le permite convertirse más tarde en Socia Facultativa de la sección de literatura. En los salones de la institución declamó sus poesías que fueron muy aceptadas.
Y a pesar de estar impregnados de una dulce melancolía los poemas Retratos de una señorita, Ecos del alma, Inspiración, La Fe Cristiana, Lo Bello, A Gertrudis Gómez de Avellaneda, A puerto Príncipe, entre otros nos devuelven una lírica de alta sensibilidad y valor literario.
Su memoria en nuestra ciudad
Aquejada de tifus muere el 26 de junio de 1865. En 1955 el Ayuntamiento recibe la solicitud de la Orden de la Gran Logia La Perseverancia que la calle Domingo Castillo, del actual centro histórico de la ciudad, sea nombrada Brígida Agüero y Agüero para honrar su memoria, acuerdo que fue cumplido, aunque hoy se denomina indistintamente por ambas designaciones.