Camagüey-Puerto Príncipe-Camagüey

Foto: Cortesía del autor
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Ciertamente Camagüey pudo ser el topónimo escuchado por primera vez por los españoles al adentrarse en nuestra región en persecución de “indios” de Bayamo, en el año 1512, en tanto hacia la primera mitad de diciembre el capitán Pánfilo de Narváez, que tenía por “asesor” al Padre Bartolomé de Las Casas, arribaba al litoral norte para poder fijar el enclave militar o villa. Es probable que el topónimo Camagüey haya sido  asumido en ese instante de acuerdo a los morfemas léxicos y gramaticales que lo integraban.

Poco después sería Diego Velázquez, el 1ro abril de 1514, quien trasmitiera dicha voz al rey Fernando, por supuesto, tras habérselo dicho Las Casas[1], quien le dio informe minucioso de lo acontecido en el trayecto por la «sabana». Así las cosas, si aceptamos que los precolombinos parlaban la lengua aruaca, se coincidirá en que el préstamo léxico que intervino en la voz Camagüey, debió provenir de comunidades del tronco etnolingüístico aruaco.[2]

El topónimo originario aborigen

Como quiera que el escribano de Velázquez aludiera en dicha misiva algo desordenada enviada al rey que en la emboscada en el rio Caonao los aborígenes habían sorprendido a la avanzada española y esta la había repelido matando al cacique «Caguax», compañero de Yahatuey, historiadores posteriores que versionaron esa carta sacaron conclusiones que el topónimo originario donde habría tenido lugar el lance partía del cacique que ellos nombraron «Camagüebax», que es el mismo que menciona el historiador Jorge Juárez Cano en su texto Apuntes de Camagüey, 1929.

Sin embargo, llama la atención que ningún cronista posterior a la conquista aludiera a ese presunto cacique. Para más, Cano añadió que se había mostrado bondadoso y colaborador con los hispanos después de estos dejar la aldea de Caonao, acogiéndolos “amigablemente con los brazos abiertos”. Y concluye que Camagüey derivaba de «camagua», cuando en realidad procede de magüey o mauei (¿yamaguey?).[3] Por cierto, el sabio Esteban Pichardo precisaría solo tratarse de «la antigua provincia india del Camagüey», descartando a Camagüebax.

De modo que ese indoamericanismo parece incorporado o mezclado entre el aruaco insular y el léxico hispano. Y más, es sugerente el escrito de Las Casas que alude a la “provincia llamada Camagüey, la penúltima [sílaba] luenga”. Como ocurriera con algunos vocablos castellanizados, entre otros, yauruma por “yagruma”, “xaraguá” por “jaraguá” o “baraguá”, “haniguanica” por “Guaniguanico” y “majimo” por “máximo”.

También Velázquez retuvo indoamericanismos aruacos después de concluir su periplo por el norte oriental, zona nombrada Yamanigüey o Iamanigüey (actuales cuchillas de Baracoa, montañas de Nipe-Sagua-Baracoa), ― de semejanza léxica con Camagüey, no solo por el ei o ey, frecuente en el taino en sustantivos comunes―. Igualmente es interesante el sufijo relativo aruaco con significado totémico ca o del lexema o prefijo atributivo ka = “con” o “presente en”, así como el prefijo privativo o negativo ma. Y es sabido que Las Casas familiarizado con los indoamericanismos hizo modificar voces del aruaco como, caouabo-Caonabó, hutía-jutía, cazabi-casabe, Cahubaba-Cajobabo

Vuelta al Camagüey

El 22 de abril del año 1903 el consejo provincial de la entonces ciudad de Puerto Príncipe adoptaría uno de sus más trascendentes acuerdos patrióticos e históricos, sustantivos de la identidad regional y del ser regional. De igual modo otras decisiones ya habían sido acordadas por el consistorio o ayuntamiento, como las de supresión de la toponimia urbana religiosa, -si bien esta había sido gestora de la unidad y la identidad barrial primigenia en torno a iglesias-, por los de personalidades lugareñas, entre otras, Salvador Cisneros y Gertrudis Gómez de Avellaneda.

Ningún monarca español habría reparado antes en ello y decidido nada a favor de los camagüeyanos. Se trató del reemplazo del topónimo hispano Santa María del Puerto del Príncipe por el que estaba indisolublemente ligado a las comunidades aborígenes que habrían poblado primero nuestra sabana ancestral. Fue un acto de justicia y de identidad sustantiva. Y hasta las generaciones actuales se siente dignas de llamarse «camagüeyanos».[4] A lo que unen un segundo gentilicio alterno que es blasón de amor, de patriotismo y de combate permanente: Agramontinos (as).

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[1] Lo que Las Casas dejara escrito en su Historia de las Indias, texto en el que en el tomo IV aludiera en tres ocasiones al topónimo Camagüey.

[2] Valdés Bernal, Sergio O.: Aporte al español actualmente hablado en Cuba, Facultad de Artes y Letras, Universidad de La Habana, 2013. También del autor: Indoamericanismos no aruacos en el español de Cuba, pp. 11-14.

[3] Tanto en el caso de maguey como de yamaguey (es) de sílabas abiertas, resultaba fácil el cambio de la y por la c, rasgo identificador del español americano, y en el caso de Camagüey del criollismo lingüístico. Ver: Valdés Bernal, Sergio O.: Aportes al español actualmente hablado en Cuba. En: Pérez Cruz, Felipe de Jesús (Coordinador): Los indoamericanos en Cuba. Estudios abiertos al presente. Ensayo. Colección ALBA BICENTENARIO. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2014, pp. 333-342.

[4] A lo largo de la historia de la región camagüeyana no pocos de sus pobladores y personalidades dejaron de aludir y reflejar en sus escritos el topónimo Camagüey, aun estando Cuba sometida a España, entre otros cabría señalar a Manuel Monteverde Bello, Gaspar Betancourt “El Lugareño”, Francisco Argilagos Guinferrer, Esteban Pichardo Tapia y Calixto Bernal Soto.

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