Se puso su vestido de guinga blanca y negra, el mejor que tenía para ocasiones especiales, con una emoción juvenil que no podía contener; se montó en un carro junto a sus vecinos del Central Najasa (hoy central Alfredo Álvarez Mola) y vinieron juntos a recibir a Fidel aquel 4 de enero de 1959.
Las vivencias que ha contado una y otra vez, aún emocionan a Mayda Beltrán Yánez, dice que la devuelven a su juventud rebelde.
Desde su vivienda en la calle Rosario 119, destapamos la cajita de los recuerdos y comienzan a salir uno a uno, como la fila de sus alumnos, que por más de 30 años recibieron, con las clases de biología, pinceladas de la historia de Camagüey y sus valientes hijos.
La joven Mayda
Cuenta que vino del central a estudiar a la ciudad con sólo 12 años, en el colegio que hoy ocupa la escuela Noel Fernández. A esa corta edad conoció a su profesor Esteban Pino, quien reproducía en un viejo mimeógrafo el periódico Sierra Maestra. Con una bolsa tapada por ropas, simulando un encargo de lavado y planchado, caminaba por todas las iglesias para repartirlo. Luego se montaba en la ruta 19 de guagua local y daba dos vueltas para despistar a sus delatores.
Casi siendo una niña se fue involucrando en huelgas, protestas estudiantiles y venta de bonos y brazaletes, para recaudar fondos y apoyar al movimiento 26 de julio desde la Ciudad.
En una manifestación que hubo frente al Instituto de Segunda Enseñanza, los estudiantes fueron reprimidos con chorros de agua y disparos; en esa balacera estaba Mayda, tuvo que esconderse detrás de una de las columnas del portal, que aun hoy recrean las marcas. Su vida corría peligro, por lo que regresó a su batey.
Allá, junto a su padre, conseguía uniformes y pertrechos para enviar al Ejército Rebelde, atendía a los revolucionarios que pasaban por el central huyendo de los soldados de la dictadura y así apoyaban la revolución gestante, desde su posición silenciosa.
Llegó la victoria
Llegó el año nuevo y sus vecinos, que desde el anonimato también apoyaban la causa, la invitaron a formar parte de una caravana que en cada provincia del país recibirían a Fidel y a su ejército, camino a la Capital.
Para su sorpresa, al entrar los camiones con el ejército triunfante en la Plaza de la Caridad, entre los rostros de los barbudos reconoció a muchos de los pobladores de su batey. Eran los trabajadores del central, los camioneros, macheteros y hombres humildes; que como pueblo uniformado hoy formaban parte de las tropas del Comandante.
Los recuerdos traen alegría a su rostro al rememorarlos, a 65 años de haber vivido aquella experiencia, no pierden brillo ni intensidad; debe hacer una pausa y secar sus lágrimas…retoma el hilo y entrecierra los ojos para buscar en la memoria su primer encuentro con Fidel.
Dice que se restregaba los ojos expectantes, porque no creía que al fin el tirano se había retirado y tenía frente a ella, justo desde el balcón de la escuela, en aquel tiempo privada, a aquel hombre de estatura impresionante y de ojos profundos; que demostraba su inteligencia y deseos de hacer mucho por su pueblo.
Ya en la Plaza, ante la muchedumbre, hablaron varios compañeros del Movimiento 26 de Julio, seis exactamente antes que Fidel, entre ellos un sacerdote de las Iglesias Pías, que ayudó con el movimiento. El acto duró hasta la madrugada.
Mayda en su interior agradecía a la vida, por permitirle llegar hasta allí y vivir la experiencia, se sentía dichosa por haber podido ayudar a la causa.
La caravana en las nuevas generaciones
Para mostrarle a los más jóvenes, Mayda lleva con orgullo esa y otras vivencias junto a La Revolución, por eso la sala de su casa exhibe, con mucho cariño, una pared con retratos de sus ídolos.
Cada enero se revive la Caravana de la Libertad, por miembros de la UJC de todo el país. Para esta maestra, joven rebelde, alfabetizadora y sobre todo cubana, presenciarla cada año a su paso por Camagüey la regresan a sus 14 años; a aquellos días felices, cuando se puso el vestido de guinga y vino a escuchar a Fidel dirigirse a su pueblo, en las primeras horas de la Revolución.