Por Alejandro García Gutiérrez (Estudiante de Periodismo)
Camagüey es una de las ciudades que mejor preserva el patrimonio colonial en el país, sin embargo, la actitud de muchos de sus habitantes provoca que se empañe su belleza y entorno urbano.
A pesar de las arduas labores que desempeña la Oficina del Historiador de esta urbe por mantener la estética de hace varios siglos, algunas irresponsabilidades empañan los esfuerzos y dificultan los trabajos de preservación del centro histórico.
Las indisciplinas sociales son tan habituales que ya no parecen asombrar a nadie. Es frecuente ver desde calles llenas de heces fecales, aceras rotas, grafitis en las paredes, hasta modificaciones de las fachadas de algunas viviendas.
¿Y La solución, se escapa de las manos de las autoridades? ¿Es preciso esperar un señalamiento para corregir una acción mal realizada?
Es imperdonable que los centros de trabajo que están situados dentro del área declarada Patrimonio cultural de la Humanidad, dañen las instalaciones o simplemente resten belleza a lo que debería ser un paisaje urbano.
Cuando se trate de embellecer una ciudad con tanta historia como Camagüey no se puede buscar lo más asequible, sino lo que más se adecue a su estilo arquitectónico. ¿Acaso unas lámparas coloniales no darían mayor elegancia y estética que esas lámparas futuristas que han inundado la ciudad? Esa es una pregunta que, aunque me moleste, prefiero no responderme.
Es tarea de todos contribuir a que la abuela de cinco siglos siga bien maquillada. No se puede permitir que la ciudad camine hacia el futuro con un proceso que desafíe cualquier lógica.
Para ello es necesario que las autoridades pertinentes pidan apoyo, consejos de arquitectos, diseñadores o simplemente a los estudiantes universitarios, también deseosos de contribuir a que Camagüey sea cada día más esa ciudad que vivimos y, por tanto, somos.
Foto: Heriberto Valdivia Jiménez