Nuestra ciudad cumplió 507 años de fundada el 2 de febrero pasado, y hemos tenido la suerte de que desde 1978 fuera declarada Monumento Nacional, pero aún más dichosos hemos sido por haber conseguido en 2008 que a parte de nuestro Centro Histórico, la UNESCO, lo declarara Patrimonio Cultural de la Humanidad, títulos que, muy pocas ciudades en el mundo ostentan.
Disímiles características nos distinguen, como la arquitectura urbana, las tradiciones, y desde luego; y para orgullo nuestro, la pulcritud de las calles junto a la conservación de todo ese patrimonio que nos legaron nuestros antepasados.
Y cuando digo orgullo lo hago conscientemente, pues a no pocos foráneos le oímos decir esto con satisfacción.
Sin embargo, de un tiempo a esta fecha se están observando hechos en nuestra ciudad que distan mucho de ese orgullo sano y auténtico que nos ha caracterizado.
Para nadie es un secreto que la llegada de la pandemia al mundo ha transformado todo, y desde luego nuestro país no es una excepción; tampoco Camagüey.
Hemos tenido que adaptar nuestra vida a tantas costumbres diferentes, a modos de actuar diversos, en todos los sentidos; que a veces nos asombramos de lo aprendido.
Pero si bien es cierto que estamos creciendo como seres humanos, también es menester decir que estamos perdiendo, desde mi punto de vista; otros valores. Valores que nos podrán pasar la cuenta futuramente si no los corregimos a tiempo y le ponemos fin a algunas barbaries que pululan por estos días en la ciudad, mi cuidad de los tinajones, de las iglesias y de las buenas costumbres.
Con dolor he observado que a la acera del frente de la Iglesia de la Merced, ubicada en la Plaza de los Trabajadores, uno de los cinco lugares fundacionales de la Villa de Santa María del Puerto del Príncipe; en la cual cada 2 de febrero se toca en vivo la diana mambisa en señal de despertar a los lugareños para celebrar un nuevo aniversario de fundada, como ocurre en las cuatro restantes, desgraciadamente allí, le han pintado arriba de sus adoquines -no hace tanto colocados, y por cierto, bien costosos-, unos cuadrados con pintura blanca cada cierta medida; señalizando el lugar donde deben colocarse las personas para hacer las colas de la tienda La Gran Señora y el cajero automático, en este período de COVID.
Fue entonces cuando me pregunté, pues realmente no lo sé: ¿Se consultaría esta acción con las entidades y autoridades pertinentes para esa ubicación? Sí fue así, ¿habrá sido una adecuada decisión?, ¿será esta la única vía para resolver tal asunto?, ¿y las personas que han sido preparadas para ayudar a que las aglomeraciones no se produzcan y contra viento y marea se arriesgan a contagiarse, no son suficientes?
Desde mi punto de vista son interrogantes en las que seriamente debemos detenernos, seamos decisores o no; pues el solo hecho de ser camagüeyanos nos debe mover a reflexionar cada día con lo bueno y malo que en nuestra villa se produzca.
Por eso hoy no dudé en hacer este comentario, pues me parece que como decía mi abuela, y estando segura que para nada esto es una gloria: “…con las glorias no se pueden olvidad las memorias…´´, y porque la historia no se detiene y a la vuelta de unos años, repito, nos podrá pasar la “cuenta´´ negativa de estos sucesos que tal vez con una buena intención, nos lleven por otros caminos.