Por: Oreidis Pimentel Pérez
“No se permiten ni negros, ni chinos, ni perros.” Así lucía un cartel a la entrada de la barbería La Liga, frente a la céntrica Plaza de Armas (hoy Parque Agramonte) en la ciudad de Puerto Príncipe, a principios del siglo XX. Esa, en tal vez la más antigua sala para cortes masculinos en Camagüey, es una postal de la discriminación contra las minorías en la llamada Cuba republicana, heredera del pasado colonial esclavista.
Hoy en el mismo establecimiento dos “fígaros” son mestizos y hay igual cantidad de “blancos”, con la obviedad de aceptar a todo tipo de público, quizás la mejor muestra de cuanto caminó la máquina del tiempo con un nuevo sistema social que jurídicamente se propuso terminar con la exclusión social.
No obstante, más allá de la anécdota ¿Cuánto hay todavía en Cuba de racismo? ¿Cuántos prejuicios no han podido ser borrados por leyes? ¿Cómo logramos educar en la tolerancia, respeto e igualdad?
La segregación tiene demasiados puntos de vista, complejos vericuetos al erigirse como fenómeno social y a pesar de ser la Mayor de las Antillas una de las naciones con más avances en contra del flagelo en el hemisferio, aun este proceso solo se percibe con el “problema del negro” y la africanidad.
Todavía los planes de estudio, en todos los niveles adolecen de furibundo occidentalismo, sin menciones a los legados africanos y asiáticos en la cultura cubana.
Los estereotipos en la historia de Cuba condenan al “negro” al rol casi exclusivo del esclavo y su aporte religioso, cuando no son objetivos esenciales la conspiración de Aponte o la masacre de los Independientes de Color. Casi todos gastamos los pupitres sin escuchar mucho al respecto.
Lo anterior es el tema “negro”, pero incluso en ese segmento tampoco los niños y jóvenes reciben explicaciones de las grandes emigraciones haitianas (con repatriación forzosa incluida) y jamaicanas, componentes indispensables para comprender no ya la Cuba rural de antaño, sino la composición de la Cuba de hoy en casi los mismos lugares.
Raíces…
Deportistas y dirigentes políticos poseen apellidos francófonos o anglófonos y ni siquiera en los medios audiovisuales es posible escuchar la correcta pronunciación; porque a nadie parece preocuparle de dónde provienen sus ascendientes.
No visualizamos la diversidad cultural cuando el primer estereotipo enseñado en la escuela es que el cubano es la mezcla y síntesis del indio, negro y español ¿Todos eran mestizos?
Ejemplificando
José Martí era hijo de dos españoles y su cubanidad no está en discusión por no coincidir con el maniqueo concepto. La homogenización es fatal
¿Y qué decir de los asiáticos? El descendiente chino no sufre el rechazo de antes de 1959, aunque esa palabra opaca a otra minoría como la japonesa (es consuetudinaria la confusión latina con personas de ojos rasgados) y no es muy manejable que fue un grupo cuyos varones residentes sufrieron injusto presidio en Isla de Pinos.
Por una parte, van los buenos textos investigativos, pero en país multiétnico y multirracial, que lucha contra desigualdades, es imprescindible en las aulas ese tipo de historia que prepare mejor para el contexto social donde vivimos.
Todavía la mayor discriminación en Cuba tiene que ver con el color de la piel. Sin magnificar su ocurrencia uno de los mejores ejemplos es que el mestizo muchas veces no asume su origen negro y adopta otras auto denominaciones para reasumirse como blanco, mecanismo con el que parecen colaborar los censos y el carnet de identidad.
Cuotas para mantener el balance por color de piel en muchas actividades sociales es un proceder criticable más allá de idealistas objetivos y la representatividad en la esfera política (otra tendencia actual) es una “trampa”, pues los prejuicios subyacen aunque los porcientos indiquen paridad.
Fomentar la elección y el ascenso de personas consideradas “negras” por su piel es pura apariencia antidiscriminatoria: los procesos deben emerger espontáneos.
Hasta aquí hay mención a pequeños aspectos con motivo al día internacional contra la discriminación, que se celebra en este mes; pues los conflictos religiosos no han sido representativos aquí, aunque las diferencias de clases, abolidas por el sistema socialista, necesitan otros análisis ante nuevas formas económicas.
Como dice el grupo español Jarabe de Palo “en lo puro no hay futuro, la pureza está en la mezcla. En la mezcla de lo puro que antes de puro mezcla.” Solo la visualización de diversidad y la ruptura de los estereotipos podrán hacernos avanzar contra la discriminación desde la psiquis colectiva.